domingo, 22 de noviembre de 2015

¿La ignorancia es la antítesis de la libertad? (y II)

Solar System 11188 640
Seguimos explorando la cuestión de hasta qué punto podemos escoger ser ignorantes, planteada en la anterior entrega de este artículo, con la frase de un libro. En la novela de ciencia ficción El cálculo de Dios, de Robert J. Sawyer, leemos: “Aprender a ignorar cosas es un magnífico camino para llegar a la paz interior.”

Eso te pasa cuando has visto demasiado. Cuando tu agudeza visual no estaba atacada por la presbicia, las cataratas, las moscas volantes o cualquier otro impedimento ocular. Entonces surge el miedo, miedo a que, al ponernos unas lentes correctoras, nos convirtamos en ese remedo de juez de la realidad, gestor de la verdad y magistrado de la objetividad.

Pero ya es tarde, porque la ignorancia es la antítesis de la libertad. Parte de la transición desde la infancia hasta la madurez consiste en aprender a renunciar a creencias agradables pero falsas (por ejemplo, en Papá Noel). Porque, como decía Francis Bacon, “El hombre prefiere creer en lo que quiere que sea verdadero.”

A menudo la gente suele afirmar que tiene libertad para creer en lo que quiera, incluidos fenómenos sobrenaturales, medicinas alternativas o cualquier otra cosa extraña o alejada de lo comúnmente aceptado por los científicos. No obstante, no hay camino hacia atrás. Solo, de vez en cuando, puedes permitirte hacerte un poco el tonto. Solo un rato. Porque ser científico es antinatural, aunque no haya vuelta atrás, y precisa de una eterna lucha, tal y como escribe el físico Alan Sokal en Más allá de las imposturas intelectuales:

Para mantener una perspectiva científica se requiere una lucha intelectual y emocional constante contra las ilusiones; el pensamiento teleológico y antropomórfico; las apreciaciones erróneas de la probabilidad, la correlación y la causalidad; la concepción de modelos inexistentes, y la tendencia a buscar la confirmación más que la refutación de nuestras teorías favoritas.

Banner 982162 640

A todos nos apetece dejar de saber, dejar de buscar, en un momento dado. Pero en cierto modo es inevitable seguir haciéndolo cuando has empezado a hacerlo. Lo contrario, además de difícil, es inmoral. Lo inmoral es tener creencias irracionales (es decir, inmunes a la crítica, que no cambian con el tiempo para ajustarse a los nuevos conocimientos, que no concuerdan con los datos científicos, que, en suma, no tienen respaldo). Lo inmoral consiste en no desplegar toda una serie de destrezas mentales de índole epistemológica que deberíamos exigir a los demás antes de respetar sus creencias.

En el caso de las creencias religiosas, místicas o psedocientíficas, con más razón, pues como ya dijo Christopher Hitchens: “Lo que puede ser afirmado sin pruebas, también puede ser descartado sin pruebas.”

Una postura de profunda humildad, de evitar llenar lagunas de ignorancia con misticismos, tal y como propone elocuentemente la Nobel de Literatura de 1921 Anatole France en su libro El jardín de Epicuro (respetuoso guiño a uno de los fundadores griegos del escepticismo):

Si a un observador de espíritu verdaderamente científico se le llamase para certificar que la pierna cortada de un hombre renació súbitamente en una piscina o fuera de ella, seguramente no diría: “es un milagro”. Diría: “Una observación hasta hoy única induce a creer que en circunstancias todavía indeterminadas los tejidos de una pierna humana tienen la propiedad de renacer, como las pinzas de las langostas, las patas de los cangrejos o el rabo de los lagartos; pero más rápidamente. (…) Procede esta contradicción de nuestra ignorancia, y claramente vemos que se debe rehacer la fisiología de los animales, o mejor dicho, que aún no se ha hecho. Apenas si data de doscientos años la idea de la circulación de la sangre. Apenas hace un siglo que sabemos lo que es la respiración.

Puede que alguna persona se adhiera finalmente a la ciencia con una pasión que recuerda a la de cualquier secta religiosa, pero si fuera tal el caso entonces el adherido no sería científico en su forma de abordar la ciencia. Vale la pena, en ese sentido, leer la siguiente reflexión del profesor de filosofía y director del Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Tufts, Daniel C. Dennett, autor de libros tan iluminadores como Romper el hechizo:

¿Venero yo la medicina moderna? ¿La ciencia es mi religión? No en lo absoluto; no hay ningún aspecto de la medicina moderna o de la ciencia que estuviera dispuesto a eximir del más riguroso escrutinio, y puedo identificar fácilmente una gran cantidad de problemas serios que todavía necesitan ser resueltos. Eso es fácil de hacer, por supuesto, pues los mundos de la medicina y la ciencia están ya de lleno involucrados en las más obsesivas, intensivas y humildes autoevaluaciones hasta ahora conocidas para las instituciones humanas, y regularmente hacen públicas el resultado de estos autoexamenes. Más aún, esta incondicional crítica racional, imperfecta como es, es el secreto del sorprendente éxito de estas empresas humanas. Hay mejoras medibles cada día.

La ignorancia es la antítesis de la libertad, y aunque deseemos volver a la cierta calidez de la ignorancia, el viaje es solo hacia adelante.

Imágenes | Pixabay

También te recomendamos

Lo que dice la ciencia es verdad; lo que opinas tú, no (I)

La niña que desmontó la pseudociencia del Toque Terapéutico (y II)

¿La ignorancia es la antítesis de la libertad? (I)

-
La noticia ¿La ignorancia es la antítesis de la libertad? (y II) fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .












Vía Xataka Ciencia

¿La ignorancia es la antítesis de la libertad? (I)

Planet 581239 640
La ignorancia es la antítesis de la libertad, luego nadie está capacitado para elegir ser ignorante. Y, sin embargo, hay cosas que desearíamos ignorar. Y también hay cosas acerca de las cuales solo hay lagunas de ignorancia que rellenamos con mitos y supersticiones.

Una habilidad para la cual están mejor adiestradas las personas más inteligentes, como dice Michael Shermer: «la gente lista cree en cosas raras porque está entrenada en defender creencias a las que ha llegado por razones poco inteligentes».

Hace probablemente entre 100.000 y 75.000 años, empezamos a buscar respuestas a quienes eran y a dónde iban los muertos, pero no disponíamos de tiempo necesario para investigar la naturaleza de forma sistemática. Sobre esos basamentos de ignorancia se empezaron a edificar todos los mitos, tal y como explica Edward O. Wilson en su libro La conquista social de la Tierra:

Los humanos primitivos necesitaban un relato de todo lo importante que les ocurría, porque la mente consciente no puede funcionar sin relatos y explicaciones de su propio significado. La mejor manera, la única en que nuestros ancestros podían conseguir explicar su propia existencia era a través de un mito creacionista. Y todo mito creacionista, sin excepción, afirmaba la superioridad de la tribu que lo inventó sobre todas las demás tribus. Habiendo asumido esto, cada creyente religioso se veía a sí mismo como una persona elegida. Las religiones organizadas y sus dioses, aunque concebidas en la ignorancia de la mayor parte del mundo real, por suerte fueron grabadas en piedra en la historia temprana.

> >

Pero a veces, ay, a veces queremos ignorar, queremos creer en cosas irracionales, queremos no saber, queremos desaprender. Queremos dejar de conocer determinados detalles del conjunto de conocimientos ya consolidados. Como el spoiler que desvela el final de una película o el resultado de un partido de fútbol que aún no has visto; como el receptor del placebo en un estudio farmacológico de doble ciego; como la cara del secuestrador; como la verdadera opinión que tiene la gente sobre ti; como el «te lo podría contar, pero entonces tendría que matarte»; como el día en el que vas a morir.

Mathematics 989125 640

Un desarme unilateral del conocimiento para evitar una escalada de conocimiento que colapse la razón. Te duermes pero permaneces despierto, oximorónicamente. Como las imágenes yuxtapuestas de Escher. Como la ingenuidad desvergonzada de un niño. Brindando con tu copa de cloroformo zen, en la que flota tu cerebro en forma de oliva. Chin-chin.

Algunos genios han apostado por una ignorancia selectiva, o por la gestión de la información que recibían, como es el caso de Albert Einstein: “Leer, después de una cierta edad, distrae demasiado a la mente de su actividad creativa. Cualquiera que lea demasiado y utilice poco su propio cerebro cae en hábitos de pereza mental”. Herbert Simon, galardonado con el equivalente del Nobel de la Informática, el Premio A. M. Turing, también señaló:

Lo que la información consume es bastante evidente: consume la atención de sus receptores. Así pues, la profusión de información produce una merma de atención, a la vez que crea la necesidad de dividir esa atención de manera eficiente entre una superabundancia de fuentes de información capaces de consumirla.

Ralph Waldo Emerson fue más sucinto: “Hay muchas cosas que un hombre sabio deseará desconocer.” Pero ¿hasta qué punto podemos dejar de ser indagadores una vez hemos empezado a serlo. Lo veremos en la siguiente entrega de este artículo.

Imágenes | Pixabay

También te recomendamos

¿Qué consejo dejarías para las generaciones futuras?: La pregunta de la semana

Un paso más cerca de los ordenadores ópticos

¿Pensáis que la Televisión es la culpable de la ignorancia existente?: La pregunta de la semana

-
La noticia ¿La ignorancia es la antítesis de la libertad? (I) fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .












Vía Xataka Ciencia

Año 1938: Ludwig Wittgenstein introduce en Filosofía el concepto de “marica mala”

22 de noviembre 1963. Muere JFK tras darle un cabezazo a una bala. 21 de noviembre 1938. Ludwig Wittgenstein introduce en Filosofía el concepto de “marica mala”. 20 de noviembre -412. El dramaturgo Filón de Adhominem estrena ‘Sócrates es un hijoputa’. 19 de noviembre 1453. Francia e...... Leer más

Vía El Mundo Today

Así suenan 10.000 canciones en cilindros de fonógrafo ideados por Edison

Fonograf 01 Ubt
La Universidad de California ha digitalizado 10.000 canciones registradas en cilindros de fonógrafo, un formato anterior a los vinilos y las cintas de casette, un soporte que quedó obsoleto en 1910 con la aparición de los discos de gramófono. Los cilindros de fonógrafo estaban grabados sobre cera fueron concebidos por Thomas Edison.

Polkas, valses, jazz y hasta chistes de la época es lo que podéis encontrar en estas grabaciones de finales del siglo XIX y principios del XX, como este All I need is just a girl like you de Frisco Jazz Band, de 1918.

Podéis encontrar toda la colección aquí, y buscar por autor, género, año y otros filtros.

Cuando Thomas Alva Edison anunció la invención de su primer fonógrafo, la primera pieza interpretada fue Mary had a little lamb ("María tenía un corderito") el 21 de noviembre de 1877.

Imagen | Wikipedia

También te recomendamos

El podcast de 1889, el primer podcast de la historia

Guerra a las bombillas incandescentes

Gracias un microscopio se ha conseguido recuperar una grabación que hizo Edison a una mujer... hace 123 años

-
La noticia Así suenan 10.000 canciones en cilindros de fonógrafo ideados por Edison fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .












Vía Xataka Ciencia

Dos cachorros de león de las cavernas aparecen bajo el hielo de Siberia

Encogidos en su propio cuerpo para protegerse del frío. Así fueron encontrados Uyan y Dean, dos cachorros de león de las cavernas de unas dos semanas de edad, a orillas del río Uyandina en Siberia. Por su estado de conservación en el hielo, estos hermanos, que vivieron hace unos 12.000 años, son los ejemplares mejor conservados de esta especie jamás descubiertos. Los felinos extintos, presentados oficialmente esta semana en Rusia, son nuestros protagonistas de #Cienciaalobestia.



Fuente: Noticias