viernes, 7 de febrero de 2020

¿Por qué la justicia social no puede confiar solo en la democracia?

¿Por qué la justicia social no puede confiar solo en la democracia?

Ya contábamos en Los países menos democráticos crecen a nivel sanitario y económico que la democracia debe considerarse un bien en sí mismo más que el epítome de la eficacia para obtener todo lo que consideremos bueno o deseable para una sociedad.

Por esa razón, la justicia social no debería confiar solamente en la democracia para llevar a cabo sus fines.

Injusticia

La democracia es aparentemente justa, pero eso no significa que acabe por producir situaciones injustas. Por ejemplo, hacer que el grupo que está en minoría quede completamente excluido al final del proceso. Si todos los blancos votan que deberían ponerse canciones de blancos en la radio pública en detrimento de la música afroamericana, y los afroamericanos son minoría en una población, ¿estamos ante un acto justo? Si en vez de elegir canciones, escoges legisladores estatales, ¿te parece menos trivial?

Como señala la experta jurista de Harvard Lani Guinier en The Tyranny of the Majority, algunas formas en que las comunidades podrían llevar a cabo las elecciones y dividir el poder electoral también pueden excluir o dejar en desventaja a las minorías. Sin contar temas más complejos donde la línea entre quiénes son las mayorías o las minorías en un proceso de secesión de una región de un país: ¿deben votar los que viven en el terreno que quiere secesionarse o en todo el ámbito nacional porque se están dirimiendo los derechos que todos tienen sobre todo el territorio?

Parece obvio, pues, que deben establecerse unas normas que estén por encima de la propia democracia para que la democracia no se transforme en tiranía. Por ejemplo, si la democracia viola los derechos humanos, no puede darse carta de naturaleza a una votación. Votar más no es sinónimo de más democracia, sino votar mejor. Hacer consultas más justas y que se rijan por determinadas reglas, es más democrático que hacer simplemente consultas sin más. Entonces se deben escoger una serie de ideas intocables, pero ¿estas ideas deben ser escogidas democráticamente? ¿Emanan de los expertos? ¿Son siempre intocables?

Muchas de estas preguntas ni siquiera tienen una respuesta correcta, sino que se basan en líneas arbitrariamente acondicionadas en función del contexto social o del momento histórico, como la línea que determinamos como la mayoría de edad para prestar consentimiento sexual o la que define la legalidad de un aborto.

La democracia basa su propia definición en el poder de las mayorías, pero hay muchas minorías que se ven acosadas porque muchas injusticias no se perciben como tal si no se pertenece a dicha minoría.

El sexismo no adolece de este problema porque hay casi tantas mujeres como hombres, pero ¿qué sucede con los tartamudos o los daltónicos? En el debate público se habla de minorías generalmente grandes (o que están de moda), pero se olvida sistemáticamente el millón de subgrupos de minorías que jamás ven representados sus intereses en el debate público? ¿Los obesos están menos discriminados que los afroamericanos o las mujeres en todas las situaciones y en todos los momentos?

Esta clase de preguntas ni siquiera suelen salir a colación. Por ello, una sociedad democrática no solo es una sociedad donde la gente puede votar (ni siquiera si se tiene más en cuenta al 51 % de la sociedad frente al otro 49 %), sino la que proporciona una vía para que los individuos y los grupos puedan hacer nuevas reclamaciones de justicia, con independencia de su tamaño o su relevancia social, tal y como señala Jonathan Haidt en su libro La transformación de la mente moderna:

Una sociedad democrática abierta considera esas reclamaciones, las debate y después actúa sobre aquellas que combinan argumentos convincentes con una presión política eficaz. Si el resultado es una nueva ley respaldada por nuevas normas ampliamente compartidas, como ocurrió con la lucha por los derechos civiles de los años setenta.

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La noticia ¿Por qué la justicia social no puede confiar solo en la democracia? fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .



Vía Xataka Ciencia

Los países menos democráticos crecen a nivel sanitario y económico

Los países menos democráticos crecen a nivel sanitario y económico

La democracia, de tan sobada, es una palabra que bien podría figurar entre esos términos comodín que se usan para rellenar crucigramas (como "sol" o "Ra") y que acaban por ser desangrados de significado, devaluados por el exceso de uso.

De eso no debe derivarse que la democracia no sea buena (aunque primero habría que determinar de qué tipo de democracia estamos hablando), pero tampoco debemos obviar que la democracia no es una panacea y dista de ser una herramienta multiusos para solucionar todos los problemas que nos salgan al paso.

Crecimiento económico

Los países menos democráticos, por ejemplo, son los que actualmente crecen más rápido en sanidad y economía. La democracia liberal es la mejor forma de gobernar un país, en efecto, pero de ello no debe deducirse que, por ser la mejor, sea la más propicia para obtener toda clase de beneficios.

La democracia aporta justicia. La democracia es una postura moral. Pero no es siempre es una postura óptima a nivel pragmático. La democracia, pues, no necesariamente nos aportará mejoras sanitarias, crecimiento económico o incluso la paz. Ni siquiera la democracia es una condición sine qua non para alimentar estos factores.

Al menos, es lo que nos indican los datos, tal y como explica Hans Rosling en su libro Facfulness:

La mayoría de países que experimentan grandes avances económicos y sociales no son democracias. Corea del Sur pasó del nivel 1 al 3 más rápido que cualquier otro país de la historia (sin encontrar petróleo), siendo en todo momento una dictadura militar. De los diez países con más rápido crecimiento en 2016, nueve de ellos presentaban una baja calificación democrática.

La democracia, pues, debe presentarse como un fin en sí mismo, como un ideal moral, y no como una herramienta para perseguir ciertos objetivos materiales.

De hecho, los factores que propician que un país ofrezca mejores condiciones de vida materiales a sus ciudadanos son tantos y están tan imbricados entre sí de formas tan complejas que, por esa razón, ninguna magnitud única es capaz explicar aquélla: ni el PIB per cápita, ni la mortalidad infantil (como en Cuba), ni la libertad individual (como en Estados Unidos)… ni siquiera la democracia.

En otras palabras, no hay medidas estrellas para lograr la prosperidad de un pueblo. Se requiere un gobierno, sí, pero un gobierno no puede solucionar todos los problemas. Ni el sector privado ni el público son siempre la respuesta. Todo depende del contexto. Hay que tomar decisiones caso por caso.

La economía o la política son lo más parecido a sistemas dinámicos no-lineales, tal y como lo es el tiempo meteorológico. Es decir, que cada vez que analicemos algo, las soluciones para resolverlo serán diferentes. Por ello es poco probable que las ciencias sociales en general produzcan fórmulas claras, como E=MC2.

De hecho, si alguien anuncia fórmulas claras e inmutables, hay que desconfiar de sus propuestas. Si hace mal tiempo, hay que sacar el paraguas si llueve, pero el paraguas no sirve de nada si el mal tiempo es una ventisca o una baja temperatura. Cada vez que abordemos el sistema dinámico, necesitaremos una solución diferente, es decir, lo menos parecido a fórmulas fijas de tipo "ideología de derechas", "ideología de izquierdas", "libertarismo", "anarquismo", "socialismo", etc. Máxime si tenemos en cuenta que el tiempo meteorológico puede cambiar varias veces en un solo día.

Ni siquiera la justicia social debería confiar solamente en la democracia.

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La noticia Los países menos democráticos crecen a nivel sanitario y económico fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .



Vía Xataka Ciencia

¿Los pacientes que se recuperan del coronavirus pueden infectarse otra vez?

¿Los pacientes que se recuperan del coronavirus pueden infectarse otra vez?

Más de 28.300 personas han sido infectadas y 565 han muerto en el brote del coronavirus chino. Pero las personas ya infectadas y recuperadas quizá no están a salvo.

Si bien el cuerpo puede volverse parcialmente inmune a algunos virus, como la gripe, o casi completamente inmune a otros, como la varicela, las reinfecciones pueden tener lugar, y el coronavirus no es una excepción, según afirma el doctor Zhan Qingyuan.

Reinfecciones

Con todo, hasta ahora no hay evidencia de que las personas se puedan reinfectar del coronavirus chino, a pesar de las advertencias vertidas por Zhan Quingyuan.

La forma en que las personas desarrollan inmunidad a un virus es creando sustancias llamadas anticuerpos, partes altamente específicas del sistema inmunitario que buscan y atacan los virus.

Según Zhan Quingyuan: "Sin embargo, en ciertos individuos, el anticuerpo no puede durar tanto tiempo". Pero es prematuro afirmar tal cosa porque aún ignoramos demasiado sobre este coronavirus.

Por otro lado, es cierto que los virus también tienden a tener múltiples cepas. Por eso nos contagiamos de gripe aunque hayamos sido inmunizados para una cepa. Pero hasta ahora el virus nCoV19 ha cambiado notablemente poco.

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Vía Xataka Ciencia

El puñetazo de un hombre es un 162 % más fuerte, de promedio, que el de una mujer

El puñetazo de un hombre es un 162 % más fuerte, de promedio, que el de una mujer

A niveles similares de forma física, la fuerza media de los hombres al propinar un puñetazo es un 162% mayor que la de las mujeres, según un nuevo estudio. Incluso el hombre más débil continúa siendo más fuerte que la mujer más fuerte si lo que evaluamos en la potencia de su puñetazo.

Este es un nuevo ejemplo de cómo el dimorfismo sexual de nuestra especie ha propiciado que el hombre se haya especializado más en la pelea física directa.

Dimorfismo sexual

El dimorfismo sexual define las variaciones en la fisonomía externa, como forma, coloración o tamaño, entre machos y hembras de una misma especie y se presenta en la mayoría de las especies, en mayor o menor grado. Una de las principales características morfológicas que diferencian a los hombres y a las mujeres, es la distribución de la grasa abdominal.

La fuerza muscular también parece ser un rasgo distintivo, y que esa fuerza se ha aumentado particularmente para pelear, tal y como sugiere este nuevo estudio publicado en Journal of Experimental Biology.

La parte superior del cuerpo de los hombres tiene, de media, un 75% más masa muscular y 90% más de fuerza que las mujeres. Con todo, la evaluación de la potencia de un puñetazo es donde el hombre parece mucho más fuerte, no en el resto de áreas, pues los autores del estudio no han hallado la misma magnitud de diferencia a la hora de lanzar algo por encima de la cabeza. Esto refuerza la idea de que esta mayor fuerza en la parte superior del cuerpo se ha especializado en pelear más que en lanzar objetos.

Otros estudios sugieren tanto que las proporciones no son un plus para la destreza manual, sino que también protegen la mano cuando se forma en un puño, como que la fuerza de los huesos de la cara (como un objetivo probable de un golpe) y nuestros talones, plantados en el suelo, pueden conferir potencia adicional a la parte superior del cuerpo.

Otra característica en la que hay una gran diferencia entre hombres y mujeres reside en la llamada fuerza de agarre (hand grip strength): el 90% de las mujeres tiene menos fuerza que el 95% de los hombres.

Naturalmente, estos estudios no justifican la violencia de los hombres, ni la banalizan. Al contrario: si nuestro objetivo es minimizar todas las formas de violencia en el futuro, entonces comprender nuestras tendencias y cuál es nuestra naturaleza realmente ayudará a una gestión más eficaz de la misma.

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Diez claves de la misión Solar Orbiter

El lunes 10 de febrero está previsto el lanzamiento de la nave de la ESA y la NASA que se adentrará más allá de la órbita de Mercurio y saldrá del plano por el que circulan los planetas para, por primera vez, observar los polos del Sol. Tomará imágenes nunca vistas de nuestra estrella y datos in situ del entorno solar.



Fuente: Noticias

Una chinche de agua de ríos europeos aparece por primera vez en Cataluña

El insecto Aphelocheirus aestivalis se encuentra habitualmente en tramos medios y altos de ríos bien oxigenados y conservados del continente europeo, pero por primera vez ha aparecido en los ríos Ter y Llobregat en Cataluña. El hallazgo confirma la presencia de esta chinche de agua en la península ibérica y permite incorporar una nueva familia de heterópteros a la fauna catalana.



Fuente: Noticias

Durante casi 150 años, nuestra temperatura corporal ha ido bajando así que debemos cambiar la temperatura que consideramos febril

Durante casi 150 años, nuestra temperatura corporal ha ido bajando así que debemos cambiar la temperatura que consideramos febril

Durante casi 150 años, 37 ºC ha sido la temperatura normal aceptada para un cuerpo humano sin problemas de salud. Para llegar a esta cifra, el médico alemán Carl Reinhold August Wunderlich analizó un millón de temperaturas de 25.000 pacientes.

Sin embargo, nuevas mediciones establecen que esa temperatura debería ser un poco más baja.

36,3 ºC

En un nuevo estudio, investigadores de la Universidad de Stanford argumentan que el número de Wunderlich era correcto en ese momento, pero ya no es exacto porque el cuerpo humano ha cambiado con el transcurrir de los años. Las personas son más altas y obesas y también viven más años. Y dado que la temperatura corporal es un indicador aproximado de la tasa metabólica, entonces la temperatura también debería cambiar.

Así, la temperatura media normal del cuerpo humano debería estar más próxima a 36,3 ºC.

Para probar esta hipótesis, se analizaron 677.423 temperaturas recogidas de 189.338 individuos en un lapso de 157 años. La temperatura humana se puede medir a través de la boca, la axila, el oído o el recto. Las temperaturas del oído y del recto tienden a ser medio grado más altas que la temperatura oral. La temperatura axilar, tiende a ser un grado menor.

La edad, la hora del día, la actividad física y otros factores, que los investigadores no siempre pudieron explicar, también afectan la temperatura corporal. Teniendo en cuenta todos estos datos, se arrojó la cifra citada.

Además de todo ello, los investigadores argumentan que Carl Reinhold August Wunderlich se vio en la tesitura de medir temperaturas corporales de pacientes que sufrían enfermedades hoy erradicadas o poco frecuentes. Dado que la inflamación está estrechamente relacionada con las variaciones en la temperatura corporal, una disminución de las infecciones crónicas podría explicar por qué estamos un poco menos febriles.

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Vía Xataka Ciencia