domingo, 14 de junio de 2020

Somos más limpios sencillamente si hay más limpieza

Somos más limpios sencillamente si hay más limpieza

Nuestro comportamiento está continuamente retroalimentado por nuestro entorno. Desde nuestro grado de vandalismo y civismo según nos sintamos observados o no (o si el entorno da signos de vandalismo, como refiere la no discutida teoría de las ventanas rotas), hasta la propia limpieza.

Por ejemplo, ¿por qué en Japón apenas hay papeleras en las calles pero tampoco hay papeles en el suelo y, por el contrario, en otras ciudades llenas de papeleras encontramos mucha más suciedad en el piso?

Efecto contagio

En un estudio realizado en el aparcamiento exterior de un supermercado se eliminaron todas las papeleras y se colgaron muchos folletos de publicidad en las lunas de los vehículos estacionados. ¿Qué hacía la gente con esos papeles inservibles?

Si en el aparcamiento ya había papeles por el suelo, la gente se comportaba de una manera, y si el aparcamiento estaba limpio, de otra. Ya podéis imaginar cuál es cuál, tal y como refiere Pere Estupinyà en su libro A vivir la ciencia:

Por un lado, los investigadores observaron que cuando el aparcamiento estaba impoluto, entre un 20 y un 30 por ciento de los conductores eran prosociales y se guardaban el folleto en el coche o en el bolsillo. A estos últimos, lo que "les salía de dentro" era hacer "lo correcto", mientras que a los primeros les ocurría lo contrario. Pero si nos fijamos, lo más llamativo de estos resultados no es que algunos conductores siempre tiren el folleto al suelo o lo guarden independientemente de si el aparcamiento está sucio o no, sino que hubo entre un 40 y un 60 por ciento de personas cuyo comportamiento dependió del de otros. Es decir, tiraron el papel al suelo si el lugar estaba sucio y se lo guardaron si estaba limpio.

Imagen | acebal

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La noticia Somos más limpios sencillamente si hay más limpieza fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .



Vía Xataka Ciencia

Este es el anuncio más pequeño que se ha logrado crear y no se ve a simple vista

Este es el anuncio más pequeño que se ha logrado crear y no se ve a simple vista

El 21 de septiembre de 2018, la empresa tecnológica holandesa ASML presentó un anuncio de 258,19 micrómetros cuadrados en Veldhoven, Países Bajos.

Estaba grabado e impreso sobre una oblea electrónica y decía: "Para conseguir ser muy pequeño, hay que pensar a lo grande #Smallest_AD ASML".

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La compañía produjo el anuncio utilizando técnicas de litografía que se utilizan para crear microchips a escala nanométrica.

El anuncio tiene una superficie de 258 micrómetros y mide 33,27 micrómetros por 7,76 micrómetros. Una hebra típica de cabello humano tiene 75 micrómetros de ancho.

El récord anterior fue establecido por la cadena de comida rápida Arby's, que produjo un anuncio cuadrado de 735 micras en una semilla de sésamo en junio de 2018.

Y el más grande

Por el contrario, el cartel de publicidad más grande mide 28.922 metros cuadrados, lo suficiente para tapar 2.000 plazas de aparcamiento. Fue obra de la cadena de comida rápida Arby´s para conmemorar su colaboración con Coca-Cola, y se presentó en Monowi, Nebraska, Estados Unidos, el 13 de junio de 2018.

Se eligió a Monowi, que cuenta con un único habitante, al considerarse la población estadounidense más pequeña. Su única residente se llama Elsie Eiler.

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Vía Xataka Ciencia

El verdadero Cyrano era amante de hombres y obseso del espacio exterior

El verdadero Cyrano era amante de hombres y obseso del espacio exterior

Todos tenemos en mente a un hombre de nariz tan afilada como su lengua capaz de seducir a cualquier mujer con su verborrea cuando pensamos en Cyrano de Bergerac.

Pero este poeta, dramaturgo y pensador francés, coetáneo de Boileau y de Molière, en realidad era un amante de hombres y le obsesionaba la espacio exterior. Eso sí, tenía una gran nariz.

Ateísmo y materialismo

Antes de que Cyrano se convirtiera en un personaje de ficción por parte de Edmond Rostand, el Cyrano real fue autor de una obra que narraba un viaje a la luna: El otro mundo o los Estados e imperios de la luna (1657).

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Cyrano era un personaje singular en su época: era ateo y materialista. Y empleaba la estrategia del viaje espacial para criticar todo aquello que no le gustaba del mundo real, como buen autor de ciencia ficción.

Toda su obra, de hecho, no fue publicada sin censura hasta 1921. Al menos, su libro sobre la luna una apareció en al menos diecinueve ediciones en francés y dos en inglés antes del fin de siglo.

El protagonista, como si de Ícaro se tratara, inventa un artefacto para poder volar. Tras algún desacierto que le lleva al suelo, consigue por casualidad elevarse y llegar a «otro mundo».

Además de expandir nuestro alcance de visión, el telescopio y el microscopio hicieron más fácil reconocer las limitaciones de nuestro aparato sensorial cuando se ve privado de ayudas artificiales. Uno de los fragmentos más interesantes es el siguiente:

Hay un millón de cosas, quizá, en el universo, que requerirían que tuvierais un millón de órganos diferentes, para comprenderlas. Por ejemplo, por mis sentidos yo conozco la causa de la simpatía, que se halla entre la calamita y el polo, del fluho del mar, y qué le ocurre al animal después de la muerte; vosotros no podéis alcanzar estos conceptos elevados como no sea por la fe, porque son secretos por encima del poder de vuestro intelecto; de la misma forma que un ciego no puede juzgar la belleza de un paisaje, los colores de un cuadro o los tonos de un arco iris.

El cráter lunar Cyrano lleva este nombre como un homenaje por parte de la Unión Astronómica Internacional a las andanzas literarias por el satélite del personaje.

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Vía Xataka Ciencia