lunes, 12 de mayo de 2014

La tierra de los gurises envenenados

Cuando se murieron los perros y José había perdido la alegría de siempre, corrieron malos presagios en la chacrita humilde de los Rivero. A quince metros, llovía periódicamente una nube de fuertes olores sobre los tomatales. La deriva cubría la casa, la ropa tendida, el cuero de los animales, la piel y el cabello, la tierra que a José le gustaba llevarse a la boca mientras jugaba, libre, en un campo traicionero. Tenía cuatro años.






Vía Noticias de Ecoportal

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