domingo, 8 de diciembre de 2013

Cómo afrontar una nueva tecnología: ¿“Tanto caos como podamos soportar” o “aprobación tradicionalista”? (I)

Walter MittyHay días que tienes el día. Esos días en los que estás que trinas, en los que estás a punto de mandarlo todo a tomar viento, en los que quieres ser Truman, Walter Mitty o Carl Allen, y dejarlo todo atrás, buscando siempre el horizonte, porque de lejos todo adquiere la proporción que en realidad tiene: casi ninguna.


Cuando tienes el día destroyer no toleras que tu jefe o tu superior inmediato te diga cómo tienes que hacer tu trabajo, cuando ni siquiera sabe escribir sus sugerencias sin cometer faltas de ortografía o pone en evidencia una claridad expositiva propia de un robot (cero empatía y construcciones de frases estilo Yoda). Son días en los que te repites esa sentencia de George Bernard Shaw que puede aplicarse tanto a jefes, profesionales o expertos en temas donde lo subjetivo tiene más peso que lo objetivo y las correlaciones se confunden con las causas (o sea, que nadie puede demostrar que la empresa va bien porque se haya tomado X decisión): “los trabajos son conspiraciones para legos”. Es decir, que el que dice saber más que tú sólo sabe un poquito más que tú (y a veces ni eso), y alcanzarle supone un par o tres de semanas de estudio intensivo sobre el tema objeto de glosa.



Son días donde todo el mundo parece haberse vuelto loco, valorando la posibilidad de regular la venta de homeopatía como si fuera un medicamento más, y entonces descubres en los comentarios de las noticias al respecto que el mundo está lleno de gente culta que no tiene ni idea de dónde se hallan las fuentes confiables y jalonan cada mísera actividad raquídea de su cerebro con espureas conexiones (correlación no implica causalidad, por MEV ), sofistería, misticismo, pseudociencia, cuántica, “pues a mí me funciona” y “pues si mil moscas comen mierda, no pueden equivocarse: comamos mierda”.


Y entonces sales a la calle con un cabreo de mil demonios, un agente de policía se siente ofendido, te casca una multaza, y ya todo da igual, le sueltas todas las palabrotas que hay en el diccionario secreto de Cela para que te metan en la cárcel por algún motivo, al menos, mínimamente justificado.


Fight ClubEn fin, dispensad el tono beligerante y casi catártico. Pero viene un poco a cuento. Porque hoy voy a hablaros del caos, y de cómo el caos es necesario para evolucionar, prosperar y hasta alcanzar nuevos finisterres intelectuales y científicos. No me refiero al caos absoluto, sino a una pequeña cuota de caos. Un poco de desorden. Un poco de irreverencia, de incumplir normas, de ciscarse en tu jefe y el poli, de echar abajo las entidades bancarias con el C-4 de John McClane en el Nakatomi Plaza y la necesidad de respirar humo de Tyler Durden al final de Fight Club. Porque la mayoría de los grandes cambios sociales sólo se han producido mediante la desobediencia y la pataleta.


Quienes no toleraran el desorden, quienes aspiran a alcanzar cero riesgos, cero muertes por X motivo, ignoran que hay vidas que no merecen ser vividas. Si nunca abandonáramos una habitación acolchada y nuestros parámetros vitales estuviesen monitorizados permanentemente, viviríamos más, pero no viviríamos mejor. Incluso algunos, entre los que me incluyo, afirmarían que ya estarías muerto.


Por eso hay que evitar poner cámaras de seguridad en cada maldito rincón de las ciudades para evitar robos, violaciones o palizas. Porque ceder tu libertad y tu intimidad en aras de la seguridad probablemente te condena a vivir una vida que no merece ser vivida, al menos para algunos. Como no merece ser vivido todo el ritual rayano en el escarnio al que uno debe someterse antes de subir a un vuelo comercial: para minimizar un riesgo mínimo, para erradicar todo atisbo de miedo o sospecha, somos capaces de comportarnos como ovejas en un redil.


¿Qué tiene que ver todo esto con la ciencia y la tecnología? Eso lo veremos en la próxima entrega de este artículo.


-

La noticia Cómo afrontar una nueva tecnología: ¿“Tanto caos como podamos soportar” o “aprobación tradicionalista”? (I) fue publicada originalmente en Xatakaciencia por Sergio Parra.













Vía Xatakaciencia

Cómo afrontar una nueva tecnología: ¿“Tanto caos como podamos soportar” o “aprobación tradicionalista”? (y II)

fEn la anterior entrega de este artículo, además de desahogarme un poco, os introducía algunos conceptos que, aparentemente, poco o nada tenían que ver con el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, eso no es así.


La ciencia es orden, coordinación, verificación, poner los puntos sobre las íes. Pero la ciencia también precisa de cierta cuota de desorden, como bien explica Nassim Nicholas Taleb en El cisne negro o su reciente Antifrágil. Ello es especialmente necesario a la hora de implantar una nueva tecnología, cambiar un paradigma cultural vigente o modificar un modelo de negocio basado en un momento tecnológico concreto.



Según Chris Anderson, en Gratis, todo lo que está constituido por bits o pueda ser convertido a bits tenderá a ser gratis (o una forma de gratuidad, como la que ofrece Google o la radio), y ese modelo de negocio, aunque resultará caótico (destruirá gran parte del tejido laboral, arruinará a miles de empresas), probablemente sólo tendrá lugar de un modo decisivo si detrás de la revolución hay algún Tyler Durden.


El copyright deberá flexibilizarse o anularse por completo aunque ello produzca caos sobre quién es autor de qué o quién cobra sobre qué, habida cuenta de que el copyright es una mordaza para el desarrollo, el intercambio libre de ideas y la distribución de la cultura (o los datos, para no ponernos estupendos). Para eso quizá habrá que infringir la ley (caos), porque hay cosas que no se cambian si no se desobedecen, si no hay suficiente gente haciendo el mal para que finalmente las leyes asuman que el mal es bien. ¿Conocéis la historia de Rosa Parks?


Revolución industrialLa imprenta o el telégrafo causaron los mismos miedos luditas que hoy originan estas nuevas ideas sobre la creación y distribución de datos, contenidos, cultura, ciencia. Wikipedia demuestra que la gente puede hacer las cosas mejor si las hace en su tiempo libre (que ahora es mayor que nunca porque la gente deja de ver la televisión para usar el ordenador o el smartphone), por gusto, colaborando con otros, libremente, sin remuneración, sin demostrar previamente su preparación con un título académico. Ese caos ha resultado ser más eficaz que el sumo orden que imponía el desarrollo de la Enciclopedia Británica. Al menos para obtener producir y distribuir una fuente de información básica.


Obviamente, el caos absoluto no es la respuesta. Y medir la cuota de caos necesario tampoco es sencillo. Lo explica mejor que yo Clay Shirky en su libro Excedente cognitivo:


Vamos a dividir este problema en unos cuantos escenarios distintos. Uno podría ser “tanto caos como podamos soportar”: dejemos que un revolucionario intente cualquier cosa que quiera con la nueva tecnología, sin tener en cuenta las normas culturales o sociales existentes o el daño potencial que pudiera ocasionarse a las instituciones sociales actuales. Otro escario sería el de la “aprobación tradicionalista”: el destino de cualquier nueva tecnología se pondría en manos de gente responsable de la manera de hacer las cosas en cada momento. Sería como dejar a los monjes que decidieran el modo de usar la imprenta o a la oficina de correos que determinara qué hacer con el correo electrónico.

Este segundo escenario suele ser el postulado por los luditas que atacan furibundamente las descargas de películas, libros o música sin que se pase por caja, catalogando dichas descargas de “ilegales”, y definiendo como “legales” las aprobadas por ellos, las remuneradas. Más de un escritor que conozco se tira de los pelos cuando descubre que su novela está circulando pirata por Internet. Un escenario ordenado condenaría a la cárcel a quien ha pirateado dicha novela, y esperaría pacientemente a que las editoriales desarrollaran cosas como una página web de enlaces, Spotify para libros, etc.


Un tercer escenario, llamémosle “transición negociada”, supone una discusión equilibrada entre radicales y tradicionalistas: los radicales pueden proponer usos de la nueva tecnología, y entonces negociar con los tradicionalistas la forma de aprovechar lo nuevo al mismo tiempo que se conserva lo mejor de lo viejo.

V VendettaLa tercera opción parece la óptima, pero Shirky prefiere la primera: tanto caos como pueda soportarse. La razón es simple: no podemos pedir a las personas que dirigen el sistema vigente que evalúen en toda su amplitud una nueva tecnología o paradigma por sus beneficios radicales, en tanto en cuanto los individuos no quieren perder el statuo quo si éste les favorece. Como grupo, quienes tienen que decidir cambiar las cosas tenderán a contemplar más los aspectos negativos del cambio, antes que los positivos.


Mientras tanto, incluso en el escenario de “tanto caos como podamos soportar”, los radicales no serían capaces de crear más cambios que los que puedan imaginar los miembros de la sociedad. Hace cuarenta años que tenemos Internet, pero Twitter y YouTube tienen menos de cinco años, no porque la tecnología no existiera antes, sino porque la sociedad aún no estaba preparada para aprovechar estas oportunidades. El límite superior de “tanto caos como podamos soportar” es, pues, el tiempo y la energía que se requieren para la difusión social. Las nuevas ideas tienden a difundirse lentamente por las vías sociales; la difusión social no sólo está relacionada con el tiempo que pasa, sino también con las maneras en las que la cultura afecta al uso de nuevas ideas. (…) Las cuestiones relativas a la cultura y al contexto se aplican a la difusión de todas las tecnologías en cierta medida, pero especialmente a la tecnología de las comunicaciones, dado que el tejido conectivo varía con el tipo de sociedad que se conecta, y la clase de sociedad que se conecta varía con su tejido conectivo.

Cierto es que los revolucionarios radicales también pueden equivocarse, porque seguramente exageran el valor de su revolución o son incapaces de preveer las ramificaciones de los cambios que proponen. Pero los radicales y los tradicionalistas parten de diferentes suposiciones y normalmente no acaban por entenderse, así que, en aras de buscar un cambio a mejor, debemos ceder cierto control caótico a los revolucionarios, a los que infringen la ley, los que se ciscan en superiores, jerarquías, paradigmas, a fin de que de ese totum revolutum puedan venir cambios a mejor. También vendrán a peor. Pero ése es un efecto secundario de la libertad. Y de salir de tu casa.


-

La noticia Cómo afrontar una nueva tecnología: ¿“Tanto caos como podamos soportar” o “aprobación tradicionalista”? (y II) fue publicada originalmente en Xatakaciencia por Sergio Parra.









Vía Xatakaciencia

Una colilla de cigarrillo en el arroz frito

Tracy Antoine, de 32 años, compró la comida de un restaurante en Chatham, Kent y descubrió la desagradable sorpresa. Ella cuenta que estaba recalentando el arroz en el microondas cuando percibió el olor a humo. Y no se dio cuenta de donde venía hasta que le estaba sirviendo la comida a su pequeña de un […]



Vía Curiosidades

Imágenes insólitas de la semana, Diciembre 8, 2013

Bienvenidos a la sección de imágenes insólitas que esta semana les presenta algunas fotos que les sorprenderán y otras que quizá les roben una sonrisa. 1) Tira y encesta O más bien jala y atrapa, pues este pelícano blanco tuvo que lanzar varias veces este pez gato en el aire para luego cogerlo en el […]



Vía Curiosidades

La comida servida en platos blancos y redondos, ¿sabe mejor?

¿De qué color es su vajilla? ¿Le gustan las de colores y diseños extravagantes o prefiere las sobrias de un solo tono? Un estudio reveló que de eso puede depender el placer de sus comensales.



Vía BBCMundo.com | Curiosidades

¿Somos conscientes de algo después de la muerte?

BrainstormEl ser humano siempre ha sentido curiosidad y fascinación por lo que pueda haber después del a muerte. Los que no podían tolerar esa incertidumbre, se inventaban mitos. Otros prefieren bucear en textos relativos a la muerte, como los que encontramos en una biblioteca recién inaugurada en Barcelona dedicada exclusivamente a la muerte.


Los científicos, por su parte, prefieren obtener evidencias sobre lo que pudiera llegar a ocurrir tras la muerte clínica. Sobre todo en el ámbito de la consciencia. ¿Pensamos tras la muerte? ¿Qué vemos? ¿Somos conscientes de algo? ¿Durante cuánto tiempo?



Hasta ahora tales hallazgos quedaban relegados al ámbito del cine. Por ejemplo, en la película Proyecto Brainstorm, desarrollan un sistema para almacenar las experiencias conscientes de cualquier persona (algo parecido a lo que más tarde aparecería en la película Días extraños). Una noche, una de las investigadoras empieza a sufrir un ataque al corazón, y decide conectarse al sistema para que quede registrada toda su experiencia. Imaginad la curiosidad que suscita en el resto de investigadores.


La misma premisa, aunque llegando a niveles mucho más profundos y extraños, se desarrolla en la película Línea mortal, donde un grupo de estudiantes de medicina decide llevar a cabo un experimento que consiste en llevar a uno de ellos hasta un estado clínicamente muerto para luego reanimarlo y que cuente la experiencia. Las imágenes subjetivas de la experiencia son fascinantes.


Midiendo la actividad cerebral


mEn el mundo real, ya hay investigaciones similares a las anteriormente descritas. Una de las más recientes fue llevada a cabo hace escasos meses por parte de la Universidad de Michigan, que fue publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).


Lo que señala la investigación es que, poco después de la muerte clínica, que sucede cuando el corazón deja de latir y la sangre deja de fluir al cerebro, las ratas exhiben patrones de actividad cerebral característicos de la percepción consciente. Dichos patrones se analizaron usando electroencefalogramas que midieran la actividad cerebral de nueve ratas anestesiadas que sufrían un paro cardiaco inducido experimentalmente.


Jimo Borjigin, experta en Fisiología y Neurología y coautora del estudio, lo explica así:


El estudio sugiere que la reducción de oxígeno, o de oxígeno y glucosa, durante el para cardiaco puede estimular una actividad cerebral que es característica del procesamiento consciente. (…) Este estudio, llevado a cabo en animales, es el primero que indaga sobre lo que ocurre en el estado neurofisiológico del cerebro agonizante. (…) Esta investigación formará los cimientos de futuros estudios con humanos que investiguen las experiencias mentales que ocurren en el cerebro cuando está muriendo, incluida la visión de luz que relatan pacientes con experiencias cercanas a la muerte.

Aproximadamente el 20% de los sobrevivientes de paros cardiacos dicen haber experimentado una ECM (Experiencia Cercana a la Muerte) durante la muerte clínica, pero los científicos dudaban de la capacidad del cerebro para generar tanta actividad después de un paro cardiaco.


Vía | El Confidencial


-

La noticia ¿Somos conscientes de algo después de la muerte? fue publicada originalmente en Xatakaciencia por Sergio Parra.













Vía Xatakaciencia