sábado, 13 de febrero de 2016

Si no te levantas de la silla, tu cerebro se encoje

Los beneficios del ejercicio físico son diversos, y la falta de él, que deriva en una vida sedentaria, además, parece que encoje nuestro cerebro. Son malos tiempos para la molicie.

Es lo que dice haber descubierto un estudio realizado por la Escuela Universitaria de Medicina de Boston en Massachusetts que ha sido dirigido por Nicole Spartano y ha sido publicado por Neurology: las personas con vida sendentaria tienen un volumen cerebral inferior tras 20 años de sendentarismo.

Para llevar a cabo esta correlación en tanto tiempo se ha usado el gigantesco Framingham Heart Study, con un total de 1.583 participantes, con una edad media de 40 años y sin demencia o enfermedades del corazón. En la investigación se llevó a cabo una prueba de rendimiento físico y resonancias magnéticas para medir el cerebro, concluyéndose que, a menor aptitud física, menor tamaño del cerebro.

De hecho, se estimó que, por cada disminución de 8 unidades en el rendimiento de la prueba física, el volumen cerebral disminuía de tamaño a un equivalente de 2 años de envejecimiento adicional.

Según Spartano:

Hemos encontrado una correlación directa en nuestro estudio entre la falta de ejercicio y el volumen del cerebro décadas posteriores, lo que indica el envejecimiento acelerado del cerebro.


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Vía Xataka Ciencia

Antes dormíamos dos veces al día, no una

La siesta tiene muy mala prensa en gran parte del mundo, y a menudo se asocia con la pereza y la molicie, a pesar de que presenta no pocos beneficios para la salud.

Pero lo cierto es que, hasta hace bien poco, toda la gente dormía dos veces por día. Una vez por la noche y…, bien, la segunda vez no era por la tarde, tal y como consideramos la siesta, sino también por la noche.

Hay un buen número de registros históricos, pues, que sugieren que hasta el siglo XVII, las personas dormían por la noche en dos tiempos distintos. Es decir, que en vez de dormir ocho horas seguidas, se dormías unas cuatro horas, luego estabas despierto una o dos horas, y finalmente dormías el resto.

Algunos expertos incluso sugieren que esta forma de descansar es nuestra inclinación “más natural”, y las frustraciones de los insomnes que se despiertan en plan noche podrían estar relacionadas con ese viejo instinto de tener dos períodos de sueño.
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Vía Xataka Ciencia

Una cápsula del tiempo en París: Le P'tit Bar.



Con 9 metros cuadrados, "Le P'tit Bar" es, literalmente, el bar más pequeño de París. A primera vista, parece como si estuviera cerrando por la noche, pero no te fíes de las apariencias y abre la rígida puerta, porque si alguna vez has querido experimentar lo que es una cápsula del tiempo en la vida real, este es el lugar ...

Una cápsula del tiempo en París

En el interior nos aguarda una máquina del tiempo. Le P'tit Bar no tiene teléfono, desde luego no tiene sitio web y parece haberse deslizado a través de los resquicios en la era de las excesivas regulaciones sobre salud y seguridad. Libros antiguos se apilan en cualquier superficie disponible, carteles de animales cubren las paredes y baratijas del pasado de todo el mundo cuelgan de ganchos y estantes.

Una cápsula del tiempo en París

Una camarera de noventa y tantos años, conocida como Madame Polo, su gato gris ligeramente sobre alimentado y una jaula con canarios son nuestros anfitriones esta noche. Nos grita algo acerca de acomodarnos mientras busca a tientas en un habitación oscura de la parte trasera nuestras cervezas. Esperamos pacientemente, absorbiendo nuestro entorno. Viejas botellas y vasos medio lavados se han sentado inmóviles durante años en la barra, los estantes y en el fregadero nos indican que la señora Polo no está demasiado interesada en lavar los platos. En este lugar ha existido un bar desde 1908 y el aire viciado habla de un lugar no ha cambiado desde que ella y su marido se hicieron cargo del negocio en 1965.

Una cápsula del tiempo en París
Ah, aquí viene, señora Polo. Para nuestra sorpresa encuentra el camino de regreso a su taburete sin perder el equilibrio en el laberinto de trastos apilados por todos sitios. Si puedes ver un atisbo del viejo piso de baldosas te darás cuenta de que es muy bonito.

Una cápsula del tiempo en París
El gato muy de la señora Polo, llamado "Wahou", se ha unido a nosotros en el bar (en mi regazo) y hemos pedido dos cervezas de Védett. Esta noche no se ofrece vino y tengo la sensación de que podría ser que estuviera permanentemente fuera del menú. En los estantes hay una serie de licores que imaginamos que habrán envejecido bien.

Una cápsula del tiempo en París

En una noche muy buena, la señora Polo puede apretar a un puñado de leales y diversos clientes entre los que se incluye a vecinos de toda la vida del distrito 11, jóvenes parisinos, expatriados y veteranos de guerra por igual.

Pero, ¿cómo puede una abuela de noventa y algo mantener este pequeño bar abierto siete días a la semana hasta las 2 de la madrugada ? "No necesito dormir mucho", confiesa la señora Polo, que podría ser simplemente la camarera más antigua de París e incluso se refiere a sí misma y su bar como él último antiguo que queda en el vecindario.

"He pensado cerrar el bar muchas veces, especialmente después de la muerte de mi marido, pero ya se sabe, aquí tengo mi bar, y veo a la gente. Algunos clientes vienen desde hace más de 25 años, se sienten bien aquí y yo también, siempre y cuando mi cabeza siga bien y lo pueda soportar. "


Una cápsula del tiempo en París
Si hablas algo de francés es un placer charlar con la señora Polo. Hemos escuchado con atención mientras ella nos hablaba de los dos palomares que tiende a las afueras de París. Toma el tren de cercanías dos veces a la semana para alimentar y cuidar a sus palomas cerca de Versalles. La señora Polo claramente siente debilidad por los animales y también nos cuenta la historia de cómo adoptó a su gato huérfano Wahou, y los dos canarios heridos que se encontró y que ahora se sientan felices piando en su jaula detrás de nosotros.

Una cápsula del tiempo en París
Mientras que nuestro anfitriona se mantiene siempre joven de espíritu, el tiempo realmente se ha congelado en este lugar. Siempre es Navidad en la barra de la señora Polo; las brillantes guirnaldas y adornos han sido colgados en el bar preparando de forma perpetua una celebración festiva que nunca llega.

"Una vez tuve un muchacho me ayudaba," recuerda la señora Polo, "Él instaló estas viejas luces de Navidad y luego se fue y no podía quitarlas yo sola. Ahora son antigüedades, por lo que las he desenchufado porque si tengo que sustituir una bombilla, no podría hacerlo".

Una cápsula del tiempo en París
Algunos podrían encontrar este lugar triste y deprimente pero es demasiado fascinante para ponerse triste.

Una cápsula del tiempo en París

Una cápsula del tiempo en París
Sí, sin duda a la señora Polo le vendría bien un poco de ayuda y tiene claramente un problema con el desorden, lo que probablemente es la razón por la que Le P'tit Bar ha sido incapaz de dejar atrás el pasado, pero ella se las arregla para dar la bienvenida a los clientes cuando cruzan la puerta, permanece abierto hasta la madrugada y sirve la cerveza sin demasiados problemas.

Una cápsula del tiempo en París

No se podría inventar un lugar como este aunque se quisiera, ni las historias y anécdotas contadas por la Sra. Polo de uno de los bares más antiguos de París. Sin lugar a dudas, esta honorable dama merece una legión de honor.

Pedir una de sus legendarias botellas de cerveza belga cuesta 3 €, deja más si se puedes, pero para el viaje en el tiempo, por supuesto, no hay precio. Una experiencia inolvidable en una verdadera cápsula del tiempo en París.

Sin duda París no deja de sorprendernos. No hace mucho escribí sobre un apartamento que había estado sin abrir durante 70 años, otra cápsula dónde el tiempo se detuvo. 

Le P'tit bar,
7 rue Richard Lenoir 75011 Paris
Abierto de lunes a sábado de 11:30am - 2am, domingos de 8 pm a 2am.

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Vía Husmeando por la red

Ese punto ciego que tenemos en el ojo pero que nadie se da cuenta de él y otros apagones visuales

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En nuestra retina hay un punto ciego, es decir, una zona por la que no vemos nada, un vacío permanente en la visión de la escena. Es un punto que todo el mundo tiene, por mucha vista de águila que asegure tener. Es un punto ciego del que nadie es consciente.

No es lo único que dejamos de ver cuando miramos. De hecho, cada poco tiempo dejamos de verlo todo, porque hay una suerte de apagones de visión que tienen lugar cada vez que hacemos un movimiento sacádico con los ojos.

Estos movimientos, de unos tres o cuatro cada segundo, son frecuentes y necesarios, porque es solamente la parte “foveal” central de su retina la que está equipado con suficientes células fotosensibles para proporcionarnos una gran agudeza visual. Tal y como explica Christian Jarrett en su libro Grandes mitos del cerebro:

El apagón visual que se produce durante cada uno de estos movimientos se conoce como “supresión sacádica” e impide que la escena se desdibuje cada vez que cambiamos rápidamente la dirección de nuestra mirada. Es maravilloso que podamos olvidarnos de estos frecuentes apagones, y el fenómeno proporciona un ejemplo más de la diferencia entre nuestra experiencia en primera persona y la realidad.

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Para que no advirtamos de este montaje que se produce entre bambalinas de nuestra consciencia, nuestro cerebro parece anticiparse a nuestra sensación subjetiva de cuánto tiempo están los objetos en su sitio actual.

Por ejemplo, si miramos un sitio concreto de una estancia, hacina donde se encuentra una lámpara, el cerebro tiene en cuenta la pérdida temporal de input visual asumiendo que la lámpara estaba en su posición actual, no solo desde el momento en que los ojos se pusieron encima de ella, sino también durante el apagón.

Algunos expertos creen que este proceso es responsable de una experiencia ilusoria conocida como el “efecto del reloj parado”. Esto se da cuando miramos la segunda manecilla de un reloj analógico (o el contador de los segundos de un reloj digital) y nos parece que tarda mucho en moverse o cambiar, casi como si se hubiese parado.

Este fenómeno del reloj parado en particular fue estudiado por Keilan Yarrow y sus colegas del UCL y de la Universidad de Oxford en un estudio publicado en el año 2001. Y no son los únicos impedimentos de nuestra habilidad para percibir el mundo tal y como es.

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