jueves, 25 de abril de 2019

‘Rewilding’ o cómo dejar que la naturaleza recupere su estado salvaje

Un equipo internacional de científicos con participación española ha presentado un nuevo método para afrontar la restauración de los ecosistemas dañados. A través del ‘rewilding’, proponen dar paso a la renaturalización del ecosistema en su conjunto. Según los autores, este nuevo enfoque permite que el hábitat natural se desarrolle de manera casi autosuficiente.



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El milano real, al borde de la extinción en Andalucía

Un nuevo estudio realizado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) contabiliza la población de esta ave rapaz en el sur de la península en cerca de 30 parejas. El declive es acusado incluso en el área protegida del Parque Nacional de Doñana, donde la reproducción ha dejado de ser exitosa.



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Así funciona la crononutrición: adapta tu dieta a tus ritmos biológicos

Así funciona la crononutrición: adapta tu dieta a tus ritmos biológicos

Que tenemos un reloj biológico interno nadie lo puede dudar. Nuestro ritmo circadiano determina nuestro día a día a un nivel más profundo de lo que podemos imaginar. Por ejemplo, a nivel nutricional. La crononutrición es una disciplina que trata de entender sus pormenores.

Aunque bastante nueva, gracias a la cronobiología y crononutrición hoy sabemos que es importante respetar y adaptar nuestro ritmo de vida con nuestro ritmo biológico para obtener las máximas ventajas de nuestra salud.

¿Qué es la crononutrición?

Nuestro reloj circadiano es un sistema fisiológico que controla una gran parte de nuestro metabolismo: determina a qué hora nos dará hambre, iremos al baño, nos entrará sueño, digerimos la comida... Este reloj circadiano se ajusta gracias a varios factores, aunque el más importante es la luz. Nuestro reloj interno nos indica mediante secreción de una hormona llamada melatonina qué ocurre en nuestro cuerpo.

Además de la luz, la ingesta de alimentos, el uso de fármacos, la actividad física y otros factores también influyen (y se ven influidos) por el ritmo circadiano. La crononutrición no es otra cosa que una disciplina que aprovecha estos conocimientos para mejorar los patrones dietéticos nutricionales con el fin de buscar las indicaciones que mejor impacten en nuestra salud.

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La crononutrición busca prevenir enfermedades estrechamente relacionadas con el metabolismo, como lo son la obesidad o la diabetes, "sincronizando" los patrones nutricionales con la disposición fisiológica determinada por nuestro reloj interno. También estudia cómo afectan los nutrientes a nuestro ritmo circadiano y qué consecuencias puede tener.

Por último, como una rama relacionada con la cronobiología, la crononutrición estudia qué enfermedades derivan del desajuste de los ritmos circadianos desde el punto de vista de la nutrición, y cómo combatirlas o prevenirlas. La crononutrición es una rama emergente aún más novedosa que la cronobiología, la cual no tiene más que unas décadas.

¿Cómo nos afecta en nuestra vida diaria?

Absolutamente toda nuestra vida está determinada por nuestro ritmo circadiano. Aunque todavía desconocemos muchos aspectos importantes de este hecho, sabemos que los desajustes en los ritmos biológicos pueden terminar en un desajuste metabólico y en obesidad. Si desajustamos mucho nuestro ritmo, por culpa de una falta de orden temporal, o no atendemos a los factores externos que ajustan nuestros biorritmos, puede que nos encontremos con consecuencias molestas.

Estas van desde la falta de sueño y el cansancio a la ganancia de peso, pasando por la torpeza, el malestar, y, a la larga, la aparición de diversas enfermedades neurológicas y metabólicas. Respetar los ritmos circadianos es una necesidad y, cuando no lo hacemos, el cuerpo se resiente.

ritmo circadiano

Por otro lado, y en aspectos menos dramáticos, el ritmo circadiano también determina cosas esenciales de nuestro día a día. Es el encargado de que nos entre hambre siempre sobre la misma hora (incluso cuando hemos comido). También ocurre lo mismo con el sueño, que es uno de los procesos controlados con exactitud milimétrica por la melatonina, que comienza a segregarse una media hora antes de irnos a dormir.

La digestión, como decíamos, también está controlada, en parte, por el ritmo circadiano. Así, algunas enzimas aparecen en mayor concentración atendiendo a nuestro horario de ingesta, tal y como se ha comprobado en numerosas ocasiones. De la misma manera, sabemos que los ritmos biológicos afectan a los cambios y necesidades metabólicas de nuestro cuerpo, activando ciertas rutas metabólicas o inhibiendo otras dependiendo del momento del día en el que nos encontremos. ¿De qué manera, en concreto, lo hace? Eso depende mucho de cada persona y de cada ritmo biológico. Eso no quiere decir que no podamos obtener patrones a partir de lo que sabemos.

¿Cómo podemos aplicarla para mejorar nuestra salud?

Dicho todo lo anterior, la primera y más obvia conclusión es la siguiente: lo mejor es respetar nuestro ritmo biológico. Para ello, las observaciones nos dicen que es mejor mantener siempre unos horarios más o menos constantes, especialmente a la hora de comer y dormir. Esto ocurre, según lo observado en los patrones cronobiológicos, porque nuestro cuerpo se prepara de manera óptima. Irnos a dormir demasiado tarde o comer a deshoras puede interrumpir o afectar a estos ritmos de manera negativa.

Otro aspecto que deducimos de los patrones cronobiológicos es que el ayuno intermitente podría ser una estrategia eficaz para mejorar el control del peso, reducir la acumulación de grasa y regular los niveles de glucemia. El ayuno intermitente encaja mucho mejor en un patrón dietético en el que solo se come una o dos veces al día, con un largo periodo sin comer y de actividad física, cuadrándose con nuestro ritmo circadiano.

Otro detalle más, descubierto en el ámbito de la crononutrición, es que ahora sabemos que las grasas controlan y afectan a los ritmos circadianos. Un exceso de las mismas desajusta los ritmos biológicos, lo que puede ayudar a cambiar nuestros hábitos alimenticios de una manera aún más profunda.

Todavía queda mucho que aprender de esta disciplina, la cual es compleja, y más en cuanto se refiere a un área de la salud humana ya difícil de por sí como lo es la nutrición. Poco a poco, la crononutrición nos va dando más y más pistas sobre cómo aplicar sus conocimientos en nuestros cuidados diarios. Y, aunque todavía falta un largo camino por recorrer, hay una cosa que está clara: la crononutrición tiene y tendrá un impacto importante en el estudio de la salud humana.

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Vía Xataka Ciencia

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que podamos reírnos de de una desgracia?

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que podamos reírnos de de una desgracia?

A rebufo de lo que está pasando con el cómico David Suárez, al que se le está linchando públicamente por su humor negro, porque hay temas sobre los que no debe hacerse humor, podemos advertir cómo las palabras, los insultos y también lo que se puede o no ridiculizar depende, sobre todo, de lo que se conviene, y esas convenciones dependen del contexto y del grupo de personas que las enarbola.

Las palabras que convenimos entre todos que son sucias, desagradables o malsonantes, pues, solo son comodines para representar nuestro estado de ánimo e interactuar con los demás en función de éste, como el atrezo teatral. No son palabras que hieran per se. Por eso puede ser también insultante llamar "genio" a una persona con síndrome de Down, pues todo depende del contexto y de las intenciones.

Es como buscar la violencia en las marcas de un hematoma. La violencia puede ser ejercida de formas muy diversas. Los hematomas solo son los estigmas más evidentes de que nos han hecho daño, pero ni mucho menos constituyen las únicas pruebas ni tampoco las evidencias directas de que sufrimos más que otras personas. Las mayores heridas, de hecho, suelen ser invisibles. Como las palabras que más daño nos hacen: son invisibles sus aristas envenandas porque éstas no crecen en las letras o en las fonías, sino en las intenciones del hablante.

¿Cuánto tiempo tiene que pasar?

Como dice Woody Allen, la comedia es igual a tragedia más tiempo. Pero ¿cuánto tiempo? Depende de la tragedia, y depende de la persona. En su estudio de 2013, el investigador Peter McGraw, de la Universidad de Colorado en Boulder, midió el tiempo promedio necesario para que una tragedia empezara a hacer gracia. Tal y como explico en el libro ¡Mecagüen! Palabrotas, insultos y blasfemias:

El periodo de latencia entre una tragedia como un huracán que causó víctimas y el ciclo de chistes correspondientes que empezó a propagarse por Twitter fue de unos diecisiete días. La muerte de la princesa Diana tuvo un periodo de latencia más breve. El ataque terrorista del World Trade Centre del 11 de septiembre fue mucho más largo. Pero, al final, más tarde o más temprano, todo deviene en comedia. Ello no significa que nos volvamos crueles con las tragedias o insensibles con los enfermos o los discriminados, sino que el humor se basa en las incongruencias y que no necesariamente detrás de un chiste de mal gusto se agazapa la intención de ser abominable.

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No pasamos la vida dándole vueltas a un conjunto de palabras muy concreto y nos olvidamos de todo el universo de peligros que hay alrededor. Las ramas de las palabrotas nos impiden ver el bosque de todas las formas de dolor que nos pueden infligir. Como si tratáramos de regular y fiscalizar denodadamente una colección de cuchillos de cocina mientras damos carta de naturaleza a las escopetas con posta lobera. O al armamento termonuclear.

De hecho, el poder de las palabrotas es tan superficial que podemos anularlo con mucha facilidad. Las palabras insultantes nacen principalmente de nuestras debilidades. Si somos débiles o vulnerables, esas palabras encajan perfectamente en nuestra psique, como piezas del Tetris. Y ¿qué es ser débil o vulnerable? Sencillamente, tomarnos demasiado en serio las cosas y a nosotros mismos. Olvidar qué somos, de dónde veninos y a donde vamos. De nuevo, perder de vista el bosque por culpa de las ramas. Quedarnos embobados mirando el dedo que señala a la Luna en vez de la extraordinaria Luna.

Las palabrotas son fáciles de desactivar con estas fórmulas porque aluden, como se ha dicho, a cuestiones muy genéricas sobre nosotros mismos ("calvorota", "subnormal"); son las palabras que describen aspectos más íntimos e individuales los que pueden hackear más fácilmente nuestra entereza ("tu madre no te quería", "siempre fuiste un egoísta", "conmigo ella es más feliz que contigo").

Cual capítulo de Black Mirror, imaginemos que todos acabaremos llevando un electrodo que registra los patrones de nuestras neuronas, que esos patrones se almacenarán en una app de nuestro teléfono móvil y que, en caso de disputa jurídica, se enviarán a la nube para ser descodificados por una inteligencia artificial. Así, en el contexto de cualquier conflicto, podrán saberse exactamente las palabras que se dijeron, las que se escucharon e incluso las que se imaginaron pero no se llegaron a verbalizar. Esta es la clase de litigio ideal para un fiscalizador de palabras, no de intenciones. Sin embargo, la verdadera revolución pasaría por no descodificar las palabras, sino lo que el sujeto quiere hacer con ellas. Por el momento, esa caja negra queda a resguardo incluso de las inteligencias artificiales más escrutadoras.

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