viernes, 1 de marzo de 2019

A 12 centímetros por píxel, con esa resolución puedes ver ya el polo norte del asteroide Bennu

A 12 centímetros por píxel, con esa resolución puedes ver ya el polo norte del asteroide Bennu

Bennu es un asteroide próximo a la Tierra de unos 490 metros de diámetro. Se encuentra aproximadamente a 114 millones de kilómetros. Los científicos lo conocen desde 1999. La NASA lanzó la sonda OSIRIS-REx, cuya misión es recoger muestras de la superficie del asteroide.

La cámara MapCam a bordo de la nave obtuvo la imagen el 20 de febrero en órbita alrededor del asteroide desde una distancia de 1.800 metros. A esta distancia, cada píxel cubre aproximadamente 12 centímetros de la superficie de Bennu. La podéis ver a continuación.

Bennu

Bennu tiene 490 metros de diámetro y es el cuerpo más pequeño que ha sido nunca orbitado por una nave espacial. En la imagen, la roca más grande, ubicada ligeramente a la izquierda del centro, mide alrededor de 16 metros de ancho. La sonda está cartografiando la superficie con el objetivo de encontrar un sitio óptimo para tomar muestras y traerlas a la Tierra.

Uno de los propósitos más importantes de la misión de la NASA es determinar cómo la órbita de Bennu puede verse afectada por el calentamiento o enfriamiento que por la luz del Sol durante el día en su superficie. Bennu (bautizado con el nombre de un ave mitológica egipcia asociada con la muerte) pasará entre nuestro planeta y la Luna alrededor de 2135.

Mapcam North Pole 20190220

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Vía Xataka Ciencia

¿Cómo mejorar la salud mental de los niños? Rodeándolos de árboles y espacios verdes

Publicado originalmente en Magnet

¿Cómo mejorar la salud mental de los niños? Rodeándolos de árboles y espacios verdes

¿Cuál es el secreto de la felicidad? Tan compleja pregunta parece sencilla observando a muchos niños: un parque, una arbolada, la vera de un río. El aire libre y el contacto con la naturaleza. Sabíamos que pasar tiempo en entornos naturales, libres de estrés y vedados a la contaminación tenía consecuencias positivas en nuestra salud. Ahora también que, quizá, prevengan enfermedades mentales futuras.

¿Qué? Es al menos la conclusión a la que llega un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Aarhus, Dinamarca. Valiéndose de la rica base de datos nacional del estado danés, cargada con la información censal de todos sus ciudadanos, el estudio ha hallado una correlación entre menores riesgos de enfermedad mental adulta y residencias repletas de espacios verdes durante la niñez.

¿Cuánto? En gran medida. Vivir en espacios urbanos repletos de cemento y privados del acceso a espacios verdes puede aumentar en un 55% el riesgo de desarrollar enfermedades mentales futuras. El estudio apunta a la niñez: si durante nuestros primeros años de vida pasamos más tiempo en entornos verdes y abiertos, es menos probable que caigamos, por ejemplo, en el alcoholismo o en la depresión cuando crezcamos.

La investigación se fijó en un puñado de patologías. Otras, como la esquizofrenia, no están dentro.

¿Cómo? Hay un problema: vivir en espacios residenciales abiertos y poco densos correlaciona con tener más renta, lo que a su vez, a largo plazo y en términos genéricos, correlaciona con menores tasas de alcoholismo o con menor riesgo de ansiedad o depresión. El estudio ha tenido que controlar por diversos parámetros para extraer sus conclusiones, tratando de abstraerse de factores socio-económicos.

De ahí que el resultado sea una correlación. Nada más. Una que, no obstante, tiene respaldo intuitivo.

¿Por qué? Como vimos en su día a cuenta de los "baños forestales", es difícil estimar el impacto de la naturaleza en nuestro bienestar psicológico. Sabemos que dar un paseo por el bosque tiene efectos beneficiosos en la salud, no tanto por el efecto de los árboles como por la conveniencia de rutinas relajadas y sin estrés. Los bosques funcionan como catalizadores: lo que nos hace felices es... Las vacaciones.

La evidencia. Los estudios originales sobre el impacto de la naturaleza en nuestra felicidad tenían otros sesgos. Desde entonces, son diversas las publicaciones que han tratado el positivo impacto de árboles y ríos en la salud mental de los humanos. El trabajo danés aporta una gigantesca muestra de un millón de personas para impulsar esta idea: vivir junto a parques nos ahorra dramas en el mañana.

Seguimos sin saber cuál es el secreto de la felicidad. Sea cual sea, desde luego incluye árboles.

Imagen: Jonas Eriksson/Unsplash

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Vía Xataka Ciencia

Cómo emitir colores más puros en pantallas de dispositivos móviles

Mediante calculos de mecánica cuántica, investigadores de la Universidad de Alicante y otros centros internacionales han descubierto cómo las moléculas pueden emitir un azul más puro en los pixeles de las pantallas. Actualmente los subpixeles de color azul representan el 50% del tamaño total de cada pixel, pero en el futuro tendrán la misma proporción que los rojos y verdes, lo que ofrecerá mayor resolución y menor consumo en los dispositivos.



Fuente: Noticias

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Cómo normalizamos el clima extremo: el mecanismo que hace que los extremos históricos nos parezcan normales

Publicado originalmente en Xataka

Cómo normalizamos el clima extremo: el mecanismo que hace que los extremos históricos nos parezcan normales

En los últimos cinco años me he mudado cinco veces. Todas ellas a una ciudad nueva a cientos de kilómetros de la anterior. Y si algo he aprendido de esta mudanza permanente es que la gente no sabe qué tiempo hace en el lugar donde vive. Tal como os lo cuento.

Por algún motivo, hablar con los parroquianos del lugar y mirar un climograma era como asomarse a dos universos totalmente distintos. Lo que parecía normal en uno era algo extraño en el otro ¡Y al revés! Da la sensación de que la gente no saben muy bien de qué es eso de "un tiempo normal". Al menos, eso han descubierto en la Universidad de California, Davis.

¿Qué es un tiempo normal?

Gabriel Crismariu 1060686 Unsplash

¿Este calor es normal? Un equipo de la UCD decidió estudiar qué eventos meteorológicos resultaban más sorprendentes y generaban más extrañeza. Para ello, examinaron 2.000 millones de tweets publicados entre marzo de 2014 y noviembre de 2016. La intención de los autores era cruzar los datos de la geolocalización de los tuits con las temperaturas reales para ver qué eventos meteorológicos generaban una mayor cantidad de publicaciones sobre el clima.

¡El tiempo está loco! Como era previsible, descubrieron que los usuarios de twitter suelen publicar sobre el clima solo cuando las temperaturas son inusuales altas o bajas para la época del año y el lugar concreto donde se escribe el tweet.

Sin embargo, si el clima persiste año tras año, el número de comentarios para las mismas temperaturas disminuyen muy rápidamente. Los investigadores interpretan esto como que las personas comenzaron a verlo como normal en un tiempo relativamente corto.

Mala memoria climática. Ante estos datos, los investigadores concluyeron que las personas tienen pocos recuerdos cuando se trata de lo que definir el "clima normal" de una zona. Según muestras los datos, la gente basa sus ideas en lo que ha sucedido durante, como mucho, los ocho años anteriores. Aunque generalmente es menos, entorno a dos o tres.

La metáfora de la rana hirviendo

Ray Hennessy 118037 Unsplash

La rana hirviendo. Los investigadores hablan de la (científicamente inexacta) metáfora de la rana hirviendo. Esa que dice que si una rana cae a una olla de agua hirviendo, salta inmediatamente; pero si la rana cae en una olla de temperatura normal que se calienta muy lentamente no solo no saltará sino que, eventualmente, terminará cocinada. Es decir, la desconexión con el registro climático histórico puede oscurecer la percepción del cambio climático.

"Existe el riesgo de que normalicemos rápidamente las condiciones que no queremos normalizar. Estamos experimentando condiciones históricamente extremas, pero es posible que no se sientan particularmente inusuales si tendemos a olvidar lo que sucedió hace más de cinco años", explicaba Frances C. Moore, autora del estudio. 

Pero, ¿es esto un problema? Es decir, si de lo que hablamos es de que las personas se adaptan rápidamente a estas temperaturas, ¿no estamos ante una buena noticia sobre la resistencia de las sociedades humanas que se van adaptando exitosamente a las nuevas temperaturas? Me temo que no. Para ver qué pasaba, los investigadores se fijaron en el contenido de los tweets que se publicaban.

Y se dieron cuenta de que después de exposiciones repetidas a temperaturas históricamente extremas, las personas tuitearon menos sobre la meteorología, pero lo que tuiteaban era igual. Las condiciones particularmente frías o calientes parecían hacer a las personas infelices y gruñonas. Es decir, la gente hablaba menos sobre el clima, pero eso no significaba que no le afectara igual.

Como en la metáfora de la rana que nos acostumbráramos al calor no quiere decir que no nos termine haciendo daño.

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La urea es una sustancia común en la industria química y representa una alternativa de bajo coste al uso de metales nobles en catalizadores. Investigadores del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona la han usado para producir capas híbridas orgánicas-inorgánicas con grafeno para la remediación ambiental, como en el caso de la fotodegradación de antibióticos en aguas residuales. La composición y los enlaces químicos de las capas enriquecidas con urea se han estudiado en el sincrotrón ALBA.



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En la Unión Europea no está permitido que los alimentos contengan unos colorantes cancerígenos llamados Sudán. Es muy improbable que aparezcan, pero investigadoras de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) han demostrado la fiabilidad y rapidez de una técnica quimiométrica para detectar estos compuestos tóxicos.



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Midiendo el crecimiento económico de los países desde el espacio

Midiendo el crecimiento económico de los países desde el espacio

Hay muchas formas de medir el crecimiento económico de un país. El PIB es una de ellas. Sin embargo, ninguna es perfecta: más bien es importante tener en cuenta todas y cruzar los datos a fin de proponer una imagen más completa del cuadro.

Una forma extra a las ya conocidas la plantearon J. Vernon Henderson, Adam Storeygard y David N. Weil en un estudio del año 2012: usando la cantidad de luz que los países emiten de noche. Y nada como contemplar esa magnitud desde el espacio.

Fotografías de satélite

Los autores del estudio emplearon fotografías tomadas por un satélite de la Fuerza Aérea de Estados Unidos que circunvalaba la Tierra 14 veces al día. A su juicio, comprobar si por las noches los países se encienden como árboles de Navidad es interesante porque la electricidad cuesta dinero: tanto tenerla como usarla.

De hecho, cuando las condiciones económicas de un lugar se reducen drásticamente por alguna razón, también lo hace la luz que emite. Pone algunos ejemplos Seth Stephens-Davidowitz en su libro Todo el mundo miente:

Durante la crisis financiera de 1998 en Asia, la luz nocturna se reduje bruscamente en Indonesia. En Corea del Sur, la luz nocturna aumentó un 72 % de 1992 a 2008, lo que corresponde a un período de desarrollo económico notablmente fuerte. En Corea del Norte, en ese mismo tiempo, la luz nocturna disminuyó, lo que corresponde a un período económico desolador.

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Hay que insistir en el hecho de que esta medida no es útil e inequívoca en todos los casos (por eso conviene complemetarla con otras medidas): por ejemplo, en los países desarrollados es más fiable usar datos económicos ya publicados antes que realizar inferencias a través de fotos de satélite. Por ejemplo, las ciudades de Estados Unidos son mucho más brillantes que las ciudades alemanas de tamaño similar.

Y, curiosamente, Berlín del Este parece emitir más luz por cápita que sus más ricos vecinos de Occidente. La tecnología, la cultura, los códigos de iluminación, e incluso la forma en que las ciudades diseñan sus calles son todos ellos factores que parecen tener un gran impacto. Pero en economías en desarrollo resulta muy interesante añadir esta variable a la ecuación.

En 1998, en el sur de Madagascar, se descubrió una gran veta de rubíes y zafiros. El pueblo de Ilakaka, hasta entonces poco más que una parada de camiones, se convirtió en un importante centro comercial. Prácticamente no había luz nocturna en Ilakaka antes de 1998. En los cinco años siguientes, hubo una explosión de luz nocturna.

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