lunes, 25 de marzo de 2019

La tecnología de imagen avanzada predice el riesgo cardiovascular

La tecnología de imagen avanzada con PET/RM demuestra, por vez primera in vivo, la presencia de inflamación en estadios precoces de aterosclerosis, especialmente en regiones donde no existe placa. El hallazgo servirá para establecer un diagnóstico precoz y apoyar el desarrollo de nuevas terapias antiinflamatorias.



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¿Hereditaria o adquirida? Esto dice la ciencia sobre la tendencia a la ludopatía

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En España gastamos más de 21.700 millones de euros al año en juegos de azar. La ludopatía está reconocida desde 1992 por la OMS como un trastorno genuino, diagnosticable y tratable. Pero, ¿cuál es su origen?

Aunque muchos aspectos de este problema no están del todo claros, la ludopatía tiene un origen complicado, donde podría existir, también, un componente genético. Sin embargo, para algunos expertos, tratar de culpar a uno o varios genes por un comportamiento tan complejo podría ser un grave error de simplificación.

La ludopatía, disección de una enfermedad

En 1980, la ludopatía era considerada un problema de control de impulsos. A partir de los noventa, su inclusión en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (o DSM por sus siglas en inglés) como un trastorno de adicción cambió por completo su concepción. Más recientemente se la ha considerado como una enfermedad con un fuerte rasgo fisiológico.

Todo esto sirve para mostrar una cosa: es un problema con un origen muy complejo y difícil de entender. En la definición actual, correspondiente al DSM-5, la ludopatía es una adicción no mediada por sustancias. Por tanto, puede reconocerse por cuatro elementos básicos que ayudan al diagnóstico:

  1. La impaciencia adictiva: cuando las ansias por satisfacer la conducta adictiva alteran el comportamiento
  2. La falta de control: cuando no se puede impedir la actitud adictiva
  3. El síndrome de abstinencia: que aparece cuando se interrumpe la conducta adictiva
  4. La tolerancia: que hace que el adicto necesite cada vez más

Como todo lo relacionado con nuestra biología, la ludopatía tiene un fuerte componente fisiológico. Se han tratado de dilucidar los mecanismos existentes tras este tipo de comportamientos a nivel bioquímico. Hoy en día, comprendemos que tiene un contexto tanto fisiológico como social, y que participa en distintos niveles de la enfermedad.

Tragaperras

Centrándonos en el apartado molecular, que es el que mejor podemos relacionar con los genes, conocemos al menos tres mecanismos moleculares que participan en el disparo de la ludopatía. El primero es el sistema de control de impulsos, donde la serotonina juega un papel fundamental. Este neurotransmisor se relacionó con la ludopatía por primera vez ya que muchos jugadores compulsivos han mostrado un déficit de producción o un fallo en los receptores de este neurotransmisor en ciertas partes del cerebro.

El segundo de los mecanismos conocidos implica la activación del sistema nervioso en un concepto llamado arousal o búsqueda de sensaciones. En este, la noradrenalina y su déficit provocaría una búsqueda constante de estímulo que excite al jugador, que buscaría dicha experiencia en los juegos de azar. Las máquinas de azar y los juegos activos, que implican al jugador, provocan una mayor activación del sistema nervioso.

El tercero es un mecanismo muy conocido ya que es el mismo que actúa en la adicción de sustancias como el alcohol o los estupefacientes. En este, la dopamina, una hormona relacionada con el sistema de recompensa y el placer, no completaría adecuadamente su trabajo debido a problemas de origen diverso. Al no funcionar bien esta vía, el sistema de recompensa no podría hacer su papel, de manera que el jugador compulsivo buscaría compensar esta respuesta, grosso modo.

La ludopatía es más que genes

"Si somos seres vivos, ¿cómo no va a haber un componente genético", nos explica al teléfono Eparquio Delgado, psicólogo y experto, del Centro Psicológico Rayuela. "¡Claro que que los genes cumplen con alguna función, y las moléculas implicadas también! Pero el rango de fenómenos que puede explicar el genoma [en aspectos psicosociales] es limitadísimo".

Para Eparquio, el tratar de atribuir un comportamiento complejo como es la ludopatía a una serie de mecanismos moleculares concretos y acotados es excesivamente simplista. "Con todo lo que sabemos actualmente sobre los procesos celulares que no son consecuencia directa de la intervención del genoma, de la traducción, de la epigenética... con todo lo que estamos encontrando sobre el tema, parece un poco obsoleto".

Según nos explica el experto, sí que podemos encontrar correlaciones entre la ludopatía y los componentes genéticos. Pero, como sabemos, correlación no implica causalidad. Esto quiere decir que aunque exista una relación puede ser simple casualidad, y no que se deba a una causa probada. "Si nos acercamos a la ludopatía desde un punto de vista mínimamente riguroso no podemos dejar de incluir un componente psicológico y, sobre todo, un componente sociológico". Remarca el experto.

"La existencia de las casas de apuestas, la presencia de las máquinas tragaperras, la relación que existe con el tema de la crisis, las políticas en pro de estos negocios... ¿acaso no juegan un papel fundamental?". Eparquio, según nos explica, no pretende quitarle importancia al valor biológico que los componentes anteriores puedan tener en el desarrollo de una patología como es el juego compulsivo.

Al contrario, según nos explica, lo que quiere es hacernos entender que reducir el impacto de este problema a una cuestión genética, o molecular, es un error. "Es importante atender a los factores sociológicos, especialmente, porque sería una manera de acercarnos a las soluciones del problema. Cuando nos investigamos un fenómeno problemático, lo hacemos implícitamente para poder influir sobre él", explica.

"Un acercamiento que no sea sociológico, de entrada, me parece una pérdida de tiempo", acota. "Es legítimo, pero no creo que sirva de mucho. Los estudios genéticos, especialmente si hablamos de genética de poblaciones, no se pueden extrapolar a casos individuales". Tal y como comenta Eparquio, hay una relación difícil de afrontar, en la que existen muchos y complicados niveles, desde la base impuesta por los genes al apartado del comportamiento.

Por decirlo de alguna manera, en una analogía un tanto burda, es como querer solucionar un glitch en un videojuego tratando de cambiar un transistor en alguno de los componentes del hardware. "¿De qué me sirve a mí saber que los canales dopaminérgicos están significativamente afectados en un número significativo de personas que padecen de ludopatía a la hora de solucionar el problema?".

No existe "el gen de la ludopatía"

"Asumir de entrada el comportamiento de una persona con ludopatía sin analizar la razón de ese comportamiento, o asumir que todos los ludópatas sufren del problema por la misma causa, y que este comportamiento cumple con la misma función en todos, es una irresponsabilidad. Es imposible".

Para el experto, esta posición es no atender a la realidad y, además, podría resultar peligroso pues nos aleja de la solución que buscamos. "Sabemos que la ludopatía cumple un papel muy distinto en muy diferentes personas. Y eso se ve en una consulta todos los días", nos comenta. "A ver si vamos a asumir que existe 'un gen de la ludopatía' al margen de que existe la posibilidad de apostar".

"A ver si vamos a asumir que existe 'un gen de la ludopatía' al margen de que existe la posibilidad de apostar"

El componente psicológico, según nos explica Eparquio, es un componente biológico: "Es una capacidad que tiene nuestro organismo de establecer relaciones contingentes con objetos y situaciones". En el juego compulsivo, esta capacidad de establecer relaciones es esencial y, también, individual. Desde esta perspectiva, un gen que "encienda" o "apague" la relación existente entre el juego y la persona, no tiene un sentido realista.

"La propia estructura del juego facilita la adicción". Eparquio se refiere al fenómenos de conducta reforzada variable, el cual aumenta la probabilidad de crear adicción por el tipo de gratificación que representa. Este mismo sistema es el que aparece en muchos videojuegos. Sin embargo, no podemos decir que exista una "adicción a los videojuegos" al igual que tampoco podemos hablar de "adicción a Internet". En realidad, explica Eparquio, tendríamos que ahondar en la relación del adicto con su adicción.

Ludopatia 2

"Por supuesto, el refuerzo de la conducta variable no explica por completo la adicción al videojuego o, si no, todo el mundo que jugase quedaría enganchado", explica. Como vemos, reducir un comportamiento tan complejo a una sola cuestión es excesivamente simplista y, además, no nos ayudaría a solucionar el problema.

Podríamos decir que la ludopatía y el trastorno de los jugadores patológicos tiene que tener, por fuerza, un componente biológico. Está claro que la genética algo tendrá que ver. Pero desde la expresión de los genes a la manifestación de la enfermedad hay tantos niveles, tantos pasos, y tan complejos, que es imposible atribuirle a un gen (o varios de ellos, o un problema molecular) la culpa de este trastorno.

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De acuerdo con un nuevo estudio de la Universidad de Colorado Boulder, publicado en Nature Climate Change, cuanto más mujeres participan en las decisiones grupales sobre la gestión medioambiental, todos salimos ganando, especialmente cuando se les ofrecen incentivos financieros para hacerlo.

Al menos es lo que parece que ocurre en 440 usuarios forestales de tres países en desarrollo.

Cuotas de género

Tras los resultados del estudio, se pone en evidencia el papel que podrían desempeñar las cuotas de género para los órganos de gobierno locales en la reducción de la deforestación mundial y las emisiones de gases de efecto invernadero, al tiempo que se reducen las desigualdades locales.

Los miembros del equipo de investigación viajaron a 31 aldeas situadas cerca de bosques gestionados colectivamente en Indonesia, Perú y Tanzania. Organizaron un juego de simulación de mesa de un día de duración en el que los usuarios de los bosques locales se dividieron en grupos de ocho y se les pidió que tomaran decisiones sobre cuántos árboles cosecharían de un bosque compartido. La mitad de los grupos tenían cuotas de género que requerían que el 50 por ciento de los miembros fueran mujeres. La mitad no tenía cuotas.

Los pagos por servicios ecosistémicos (PES), en los que se paga a individuos o grupos para no extraer recursos, son cada vez más comunes. Más de 550 programas de este tipo existen en Ecuador, Costa Rica, Brasil y otros lugares para conservar la tierra, el agua y los bosques. En el estudio, en particular, no hubo diferencia entre los grupos cuando no hubo incentivo financiero. Pero una vez que se ofreció efectivo, los grupos con una cuota redujeron su cosecha en un 51 por ciento, mientras que el grupo de control redujo su cosecha en un 39 por ciento.

Investigaciones anteriores han demostrado que las mujeres tienden a tener una mayor afinidad con el medio ambiente, apoyan más las medidas de conservación y están más preocupadas que los hombres por los problemas de desigualdad.
Imagen | .Elisa.

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