Los fuegos forestales suelen desaparecer con las lluvias y la nieve durante el invierno, pero algunos permanecen agazapados bajo los suelos turbosos de Alaska y Canadá, resurgiendo de nuevo en la primavera siguiente para prender nuevos árboles. El cambio climático puede aumentar la frecuencia de este raro fenómeno, según los científicos que lo han analizado.
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