domingo, 3 de noviembre de 2019

El coste creciente de los medicamentos no se debe solo a la dificultad en desarrollarlos

El coste creciente de los medicamentos no se debe solo a la dificultad en desarrollarlos

El precio de muchos medicamentos es tan elevado, y cada vez más, que eso puede poner en riesgo los sistemas de salud pública. Además, el sistema actual desincentiva la investigación en medicamentos necesarios pero poco rentables.

A menudo se aduce que el alto coste de los medicamentos se debe, fundamentalmente, a lo dificultoso que resulta desarrollarlos. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas.

Opacidad

El coste de I+D de un nuevo medicamento supera los 2.500 millones de dólares (unos 2.130 millones de euros), un proceso que se prolonga entre 12 y 14 años. Sin embargo, el coste de desarrollar un medicamento concreto suele ser opaco y difícilmente contrastable, tal y como sugiere un estudio publicado en JAMA Internal Medicine en el año 2017.

En el estudio se analizaba medicamentos contra el cáncer, y se observaba que el coste de desarrollo de las moléculas estudiadas estaba por debajo de la mitad de los cálculos habitualmente presentados por la industria farmacéutica. Sin contar que lo beneficios obtenidos en los primeros años tras la comercialización de estos medicamentos ya hacían rentable el medicamento.

Tal y como abunda en ello Javier Padilla en su libro ¿A quién vamos a dejar morir?:

A este respecto, recientemente, la OMS ha aprobado una iniciativa para mejorar la transparencia en el proceso de investigación de medicamentos, aunque finalmente rebajaron las expectativas iniciales en relación con la estandarización y publicación pormenorizada de los costes de investigación de medicamentos.

Además de todo esto, tiene lugar una suerte de parasitación público-privada, en la que empresas privadas se aprovechan de la investigación en el ámbito público para patentar y explotar los medicamentos en régimen de monopolio:

(...) la iniciativa pública estuvo presente de forma fundamental e indispensable en el desarrollo de medicamentos posteriormente muy caros y rentables (sofosbuvir, infliximab, abiraterona) sin que ello supusiera la introducción de criterios de interés público en la fijación de precios y en su comercialización de modo que se asegurara que el conocimiento generado con fondos públicos se tradujera en una mayor facilidad para el acceso a esos medicamentos por parte de la población que los necesitara.

Estos temas tendrán que tenerse en cuenta a la hora de abordar lo que se nos viene encima: el progresivo envejecimiento de la población y la cronicidad de las enfermedades en las sociedades más desarrolladas están abriendo el camino a un escenario de crecimiento del gasto sanitario en el medio y largo plazo.

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Vía Xataka Ciencia

Libros que nos inspiran: 'Cómo ser una máquina' de Mark O´Connell

Libros que nos inspiran: 'Cómo ser una máquina' de Mark O´Connell

Medicina de precisión, bioimpresión, cibernética, interfaces cerebro-ordenador y, sobre tod, una logevidad matusalénica, incluso la inmortalidad... todo eso es lo que prometen los popes del transhumanismo.

"Pope" debe entenderse en sus dos acepciones, como persona influyente y, también, como sacerdote, porque el transhumanismo también se ha convertido en una suerte de religión secular para muchos de sus prosélitos. Para saber dónde entran unos y otros, Mark O´Connell ha escrito este libro: Cómo ser una máquina.

Transhumanismo

En el mito griego de la Sibila de Cumas, Apolo le concede un deseo. Ésta, entonces, cogió un puñado de arena en su mano y pidió vivir tantos años como partículas de tierra había cogido. La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de 110 años cada una. Sin embargo, fue poco ambiciosa: ¿por qué no pedir la inmortalidad?

Eso es lo que prometen un puñado de científicos e ideólogos, los seguidores del transhumanismo, una mezcla de ciencia y superchería, un loable optimismo científico donde también hay, lamentablemente, exageraciones, estafas y radicalismo religioso.

Para saber qué se cuece en el transhumanismo, sus luces y sombras, sus genios y frikis, el columnista de Slate Mark O´Connell ha entrevistado a algunos de los más importantes transhumanistas, ha visitado instalaciones de ciencia ficción y ha presentado los datos, sin exageraciones, tanto los buenos como los malos, los plausibles y los definitivamente imposibles.

Por eso, el libro ha sido fuente de inspiración en Xataka Ciencia de artículos como El espacio que ocuparían todos los muertos criogenizados para que despierten en el futuro.

Este libro pinta un vívido retrato de un movimiento internacional impulsado por ideas y prácticas extrañas y frecuentemente inquietantes, pero cuya obsesión por trascender las limitaciones humanas puede verse como una especie de microcosmos cultural, una intensificación radical de nuestra fe más amplia en el poder de la tecnología como motor del progreso humano. Es un estudio de carácter de la excentricidad humana y una meditación sobre el deseo inmemorial de trascender los hechos básicos de nuestra existencia animal, un deseo tan primordial como las religiones más antiguas, una historia tan antigua como los primeros textos literarios.

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Vía Xataka Ciencia

El espacio que ocuparían todos los muertos criogenizados para que despierten en el futuro

El espacio que ocuparían todos los muertos criogenizados para que despierten en el futuro

La Alcor Life Extension Foundation es una compañía sin ánimo de lucro de Scottsdale (Arizona) que investiga, aboga y practica la criónica, es decir, la preservación de cadáveres en nitrógeno líquido, con esperanza de restaurarlas con salud completa cuando se hayan desarrollado nuevas tecnologías en el futuro.

Hasta aquí, bien, sin embargo, ¿cuánto espacio requeriría no ya criogenizar a un grupo seleccionado sino a todas las personas posibles?

Costes y espacio

En un artículo del teórico informático Ralph Merkle titulado "Cómo criopreservar a todo el mundo" se trata de responder a la pregunta anteriormente planteada. Cabe recordar que Merkle es invento de la criptografía de clave pública, para más señas. También aparece en la novela de ciencia ficción La era del diamante, que implica la nanotecnología.

El texto propone, como una posible solución del espacio necesario, la idea de fabricar lo que él denomina "Dewar realmente grandes" (DRG). Un vaso Dewar es un recipiente diseñado para proporcionar aislamiento térmico, disminuir las pérdidas de calor por conducción, convección o radiación. Se utiliza para almacenar líquidos, fríos o calientes. El vaso Dewar es llamado así por su inventor, el físico escocés James Dewar (1842-1923).

Según la tasa de mortalidad mundial anual, hay unos 55 millones de fallecimientos. Ahora imaginemos que construimos un gigantesco Dewar esférico de treinta metros de radio. Y que, en aras de economizar espacio, prescindimos de los cuerpos fallecidos y solo nos centramos en preservar sus cabezas, tal y como hacen en la serie de animación Futurama.

Dadas las dimensiones medias de una cabeza humana, un Dewar así podría almacenar 5,5 millones de cabelzas. Con diez de esos recipientes podríamos almacenar a todos los muertos en un año.

Luego vienen otros costos, como los financieros, tal y como explica Mark O´Connell en el libro Cómo ser una máquina:

Cada uno de estos DRG tendría un volumen de aproximadamente 113 millones de litros, lo que significa que el gasto en nitrógeni líquido, cuyo precio suele oscilar en torno a los diez céntimos de euro por litro, sería de unos once millones de euros por DRG. También habría otros gastos adicionales asociados a la tasa de evaporación, el aislamient y el mantenimiento general de los Dewar; pero en última instancia el coste de criopreservar a toda la población de la Tierra se traduciría en una suma de capital amortizado sorprendentemente competitiva: entre veinte y treinta euros, literalmente, "por cabeza".

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Vía Xataka Ciencia

Los monos titíes aprenden un nuevo dialecto cuando se mudan

Los monos tití, protagonistas del #Cienciaalobestia, se comunican a través de diferentes dialectos según la región. Ahora, investigadores de la Universidad de Zúrich han descubierto que estos monos, cuando se mudan, son capaces de aprender el nuevo dialecto.



Fuente: Noticias

Captas menos intensidad en las expresiones faciales de los demás si son de grupos etnicos/raciales distintos al tuyo

Captas menos intensidad en las expresiones faciales de los demás si son de grupos etnicos/raciales distintos al tuyo

Las expresiones faciales de personas de grupos etnicos/raciales distintos al propio se ven como menos intensas, según concluye este metaanálisis basado en 12 estudios.

En palabras de los autores, “esto supone una brecha en la empatía” hacia las personas que no pertenecen a nuestra misma raza o etnia.

Empatía intercultural

La calidad de las interacciones entre individuos de diferentes grupos étnicos en parte depende de cómo se interpreten las emociones de los miembros individuales del grupo étnico.

Por ello, entender menos cómo se siente el otro empeora las relaciones con los demás.

Esta investigación ha encontrado que las expresiones faciales de las emociones de un grupo étnico diferente son reconocidas con menos precisión que las expresiones faciales de los miembros del mismo grupo étnico, lo que equivale a decir que hemos encontrado una piedra de Rosetta del racismo o del sesgo endogrupal.

Los datos previamente informados se centraron en la interpretación errónea de una emoción individual (vergüenza), pero los análisis actuales se centraron en la intensidad percibida agregada de nueve manifestaciones emocionales diferentes (ira, asco, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa, desprecio, vergüenza y orgullo).

Estos resultados fortalecen los fundamentos de la Teoría de la Identidad Social, esto es, la tendencia innata de los individuos a categorizarse a sí mismos en grupos excluyentes («endogrupos»), construyendo una parte de su identidad sobre la base de su membresía en ese grupo y forzando fronteras excluyentes con otros grupos ajenos a los suyos («exogrupos»).

Las diferencias aquí entre endogrupos y exogrupo se basan en rasgos raciales, pero pueden también tener lugar con otros rasgos reales, inventados, fundamentados o arbitrarios, como se ha constatado en estudios en los que se usaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) para analizar lo que pasaba en el cerebro de las personas al someterse a estas situaciones, como los experimentos del neurocientífico David Eagleman

En dichos estudios, si se pinchaba la mano de alguien que perteneciera al grupo formado arbitrariamente para el estudio, el área de su cerebro relacionada con el dolor mostraba un pico de actividad más alto que si se pinchaba la mano a un miembro del otro grupo. Es decir, la persona sentía más o menos empatía en función de a quién se le producía el dolor.

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