miércoles, 3 de junio de 2020

Un vídeo en VR permite recorrer 500 años de evolución cósmica alrededor del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea

Un vídeo en VR permite recorrer 500 años de evolución cósmica alrededor del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea

Una nueva visualización permite a los usuarios experimentar 500 años de evolución cósmica alrededor del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea, llamado Sagitario A * gracias a la combinación de datos del observatorio Chandra y otros telescopios con simulaciones de supercomputadoras y realidad virtual.

La visualización cubre aproximadamente 3 años luz alrededor de Sagitario A *. Su nombre es "Centro Galáctico VR" y la podéis ver a continuación. Está disponible de forma gratuita en las tiendas Steam y Viveport VR.

Centro Galáctico VR

Cada color representa diferentes fenómenos, incluidas las estrellas Wolf-Rayet (blanco), sus órbitas (gris) y el gas caliente debido a las colisiones de viento supersónicas observadas por Chandra (azul y cian). También hay regiones donde el material más frío (rojo y amarillo) se superpone con el gas caliente (púrpura).

El centro de la galaxia está demasiado distante para que Chandra detecte ejemplos individuales de estas colisiones, pero el brillo general de los rayos X de este gas caliente es detectable con la visión de rayos X de Chandra.

Sagitario A* es una fuente de radio muy compacta y brillante en el centro de la Vía Láctea que forma parte de una estructura mayor llamada Sagitario A. Se considera que contiene un agujero negro supermasivo. Este agujero negro de 1.300 veces la masa solar está en un clúster compuesto por siete estrellas.

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La noticia Un vídeo en VR permite recorrer 500 años de evolución cósmica alrededor del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea fue publicada originalmente en Xataka Ciencia por Sergio Parra .



Vía Xataka Ciencia

Libros que nos inspiran: 'El mapa fantasma: La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo' de Steven Johson

Libros que nos inspiran: 'El mapa fantasma: La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo' de Steven Johson

Hay libros que, a las pocas páginas de empezarlos, ya te transmiten la sensación de que estás ante un texto diferente. Uno que huye de la exposición fría y notarial y aspira a introducirte emocionalmente en un contexto.

Uno que no solo persigue enseñar, sino que evita el didactismo redundante y quiere más bien que de allí salgas con otra visión de las cosas habiéndotelo pasado muy bien durante el camino. Es el caso de El mapa fantasma: La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo, de Steven Johnson, uno de nuestros divulgadores favoritos. Un autor que sabe de todo y sabe conectarlo todo, como los buenos narradores de historias.

Mal olor

Lo primero que llama la atención el libro de Johnson es que en el siglo XIX, sobre todo, había mal olor, y que toda una colección de ciudadanos vivían de la basura, y entre basura. No es extraño que en este vibrante caldo de cultivo apareciera la epidemia que permitió entender mejor cómo se transmitían las enfermedades.

El mapa fantasma: La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo (Ensayo)

El mapa fantasma: La epidemia que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo (Ensayo)

De nuevo, Steven Johson escribe una obra soberbia, al nivel de La mente de par en par, Las buenas ideas, o Cultura basura, cerebros privilegiados. Por eso, no solo ha sido fuente de inspiración para una de nuestras entradas, Respirar o captar luz solar: solo puedes hacer eso para sobrevivir (a no ser que seas una bacteria), sino que también hemos dado cuenta de la lectura de un fragmento del libro:

En ‘El mapa fantasma’ se cuenta la historia de la aterradora epidemia de cólera que envolvió Londres en 1854 y sus dos héroes poco probables: el anestesista doctor John Snow y el afable clérigo, el reverendo Henry Whitehead, quienes derrotaron la enfermedad mediante una combinación de conocimiento local, investigación científica y elaboración de mapas. Al contar su extraordinaria historia, Steven Johnson también explora todo un mundo de ideas y conexiones, desde el terror urbano hasta los microbios, los ecosistemas y la Gran Peste, los fenómenos culturales y la vida en la calle. Una poderosa explicación de cómo se ha dado forma al mundo en que vivimos.

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¿Cómo se forman correctamente las extremidades en los embriones?

Investigadores del CNIC han descubierto un sistema que proporciona información a las células del embrión sobre la posición que ocupan en los órganos en desarrollo. El trabajo muestra cómo un mal funcionamiento de dicho sistema conduce a anomalías congénitas y podría explicar, en parte, el efecto de la talidomida.



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Redescubiertos dos fragmentos del meteorito que cayó en Barcelona en 1704

Estaban olvidados en un antiguo gabinete de curiosidades de Barcelona, pero científicos de varias instituciones catalanas han sacado a la luz los restos del meteorito que impactó cerca de Tarrasa un día de Navidad de hace tres siglos. Ocurrió en plena Guerra de Sucesión y los dos bandos lo utilizaron con objetivos propagandísticos.



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Las migraciones y el mestizaje de la prehistoria reciente perduran en el ADN de los franceses

Como ocurre con otros países europeos, la demografía francesa es el resultado de milenios de olas migratorias humanas procedentes de otras regiones del continente. Al reconstruir la evolución genética de las poblaciones que vivieron en el país hace entre 9.000 y 2.000 años, un equipo de científicos muestra la influencia que tuvieron los movimientos de agricultores y cazadores-recolectores de Asia Menor y Europa del Este en el genoma actual de la sociedad.



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Los sanitarios españoles en primera línea contra la COVID-19, Premio Princesa de Asturias de la Concordia

El jurado reconoce este año la labor de los profesionales de la medicina, la enfermería, los auxiliares, así como del resto del personal del sistema sanitario que han atendido directamente a los pacientes contagiados por COVID-19.



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Un análisis geoespacial identifica las provincias más vulnerables a la COVID-19

Un informe basado en análisis geoespacial de investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid ha identificado las provincias que requieren mayores medidas de protección frente a la pandemia del coronavirus.



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El color de la piel no importa (al menos no como creemos) y por eso el racismo no tiene sentido

El color de la piel no importa (al menos no como creemos) y por eso el racismo no tiene sentido

A rebufo de las protestas por la muerte de George Floyd cabe preguntarse muchas cosas. La primera: si todos tendemos al racismo (o más bien al clasismo, pues volvemos inferior a cualquier colectivo escogiendo un determinado rasgo aleatorio, como la altura, la belleza, el acento, etc.)

La segunda y más fácil de responder es si realmente hay diferencias biológicas entre personas más allá de lo evidente: el color de la piel. Lo cierto es que todas las diferencias que podemos hallar entre blancos y negros, por ejemplo, son diferencias culturales, pero no genéticas.

Pigmentación de la piel

Básicamente, los genes que confieren pigmentación a la piel son muy pocos, y no determinan un genoma concreto. Fijarnos en el color de la piel es como quedarnos atrapados en el color de los ojos o la forma de la nariz. Rasgos fenotípicos (el aspecto del pastel) que poco o nada tienen que ver con el genoma (los ingredientes y la receta para elaborar el pastel).

De hecho, si hemos de fijarnos en la diversidad genética, hay más entre los propios africanos que entre los africanos y los europeos, por ejemplo, tal y como explico en Eso no estaba en mi libro de genética:

Entre un namibio y un nigeriano hay menos semejanzas genéticas que entre ambos y un sueco de ojos azules, a pesar de que la piel del namibio y el nigeriano sea negra. Incluso una versión particular del gen alfa-actinina-3, que se asocia con la fibra muscular de contracción rápida, si bien está presente en corredores negros que han logrado marcas extraordinarias, también se ha encontrado en otras personas, no solo en los negros. Quizá hay presiones ambientales/genéticas que influyen en esta rareza estadística, pero no somos capaces de identificarlas aún de forma clara, y tampoco sabemos si estamos ante una simple correlación en vez de una causalidad.

Considerar la raza negra es tan impreciso como considerar individuos que procesan mejor el oxígeno a gran altitud, pues en este conjunto se encuentran algunos negros africanos, también algunos tibetanos…, pero la mayoría de los negros africanos y tibetanos no tienen esa capacidad. Además, si bien el tono de piel de los habitantes de África central y las islas Andamán son semejantes, se adquirieron por vías históricas y biológicas diferentes.

Buscar diferencias genéticas significativas entre etnias y áreas geográficas es bastante infructuoso, porque estamos mucho más mezclados de lo que pensamos, como ya nos recordaba Charles Darwin en su libro El origen del hombre, de 1871: «Dudo que se pueda citar un solo carácter que sea distintivo de una raza y sea constante».

Todo está mezclado, como un conjunto de cartas que nunca deja de ser barajada por el croupier, y las semejanzas o diferencias que establecemos en función de las apariencias o rasgos muy concretos son esencialmente espurias. Sin contar que todos estamos profundamente emparentados, porque todos somos descendientes de aproximadamente 14 000 subsaharianos.

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Respirar o captar luz solar: solo puedes hacer eso para sobrevivir (a no ser que seas una bacteria)

Respirar o captar luz solar: solo puedes hacer eso para sobrevivir (a no ser que seas una bacteria)

Salvo las bacterias, sobrevivir implica básicamente dos procesos a los que una criatura formada por células eucariotas debe encomendarse: o respirar o captar luz solar.

Irónicamente, es gracias a las innovaciones metabólicas iniciadas por las bacterias que tenemos aire para respirar.

Eucariotas

Todos los animales basados en células eucariotas (plantas, animales, hongos) sobreviven gracias a una de las dos estrategias metabólicas mencionadas: fotosíntesis o respiración aeróbica. Pero eso no es lo que ocurre con las bacterias, que resultan mucho más diversas que nosotros, tal y como explica Steven Johnson en su libro El mapa fantasma:

Consumen directamente nitrógeno del aire, extraen energía del azufre, son capaces de vivir a temperaturas elevadísimas en el agua de los volcanes submarinos y se concentran por millones en un simple colon humano.

Las bacterias es la forma de vida más extendida en términos de biomasa, y además son los organismos más eficaces. Sin ellas no habría aire que pudiéramos respirar:

A excepción de unos cuantos compuestos inusuales (entre ellos el veneno de serpiente), las bacterias pueden procesar todas las moléculas de la vida, cualidad que las convierte en una fuente de energía imprescindible para el planeta y en su principal mecanismo de reciclaje.

Con todo, la mayoría de los microorganismos son heterótrofos (o más exactamente quimiorganoheterótrofos), con compuestos orgánicos como fuentes de carbono y de energía. Los microorganismos heterótrofos viven de los alimentos que roban a anfitriones vivos (como comensales o parásitos) o de la materia orgánica muerta de todo tipo (saprófagos). La mayoría de las bacterias patógenas son parásitos heterótrofos de seres humanos o de otras especies eucariontes.

Las bacterias han existido desde el principio. El resto de organismos más complejos solo existen gracias a ellas. Somos aprendices en el ámbito de la supervivencia, y por eso somos menos diversos, menos adaptados, menos numerosos, más fáciles de erradicar si algo cambia en el ecosistema.

Y, a pesar de eso, ni siquiera nuestros ojos están diseñados para poder verlas a simple vista. Para poder saber de su existencia necesitamos de tecnología, o que las bacterias se concentren en el orden de diez millones por mililitro de agua (el 0,4 % de una taza).

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