Hasta finales del siglo XVII, cuando el holandés Anton van Leeuwenhoek descubrió gracias al microscopio los microorganismos en el agua estancada y los espermatozoides en el semen humano, no se había podido comprobar que la clave de muchas enfermedades se encontraba en unas entidades mucho más pequeñas que las que nuestros ojos pueden percibir.
Vía Muy Interesante
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