Tiene que ver con la senectud cutánea. Con la edad, las glándulas sudoríparas necesitan cada vez más temperatura exterior para ponerse en funcionamiento, lo que hace que los ancianos suden menos. Por otro lado, al envejecer la capa externa de la piel (epidermis) se adelgaza. La piel envejecida también pierde color y palidece, ya que el número de células que contienen pigmento (melanocitos) disminuye.
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