Con una venda en los ojos, la Humanidad aprendió a consumir todo el entretenimiento que justificaba olvidar las voces de la guerra, saciar la sed de venganza y escuchar el latido de la impunidad social. El sentimiento de culpa quedó atrapado en las calles de Hiroshima, junto al orgullo que nunca perdonó las heridas del pasado, y nos dejó ciegos en la oscuridad del furioso presente con el que todos lidiamos. Entre espinas, rosas y aplausos, la historia de sangre se continúa escribiendo en letras tan rojas como el despiadado corazón usurpado.
Vía Noticias de Ecoportal
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