Científicos de España y Argentina han demostrado que nuestros estados psicológicos modifican el sabor de los alimentos que comemos y provocan que la comida nos sepa más o menos amarga, dulce o ácida. El estudio indica que en aquellas personas que consumen habitualmente alimentos amargos, el estrés reduce la aversión al sabor amargo del café, mientras que el chocolate produce un mayor rechazo tras incrementar la preocupación por el peso corporal.
Fuente: Noticias
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