No todos estamos igual de dotados para los chistes. Muchos, de entrada, se declaran insolventes en este campo, y seguramente tienen razón. Y luego está ese embarazoso silencio que se hace tras contar la presunta gracia: “¿No lo pilláis?”, preguntamos incrédulos. Solo nos carcajeamos, nerviosamente, nosotros. ¿Qué hace que un chiste sea bueno o que algunas personas cuenten chistes mejor que otras?
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